Estimulación temprana
Por Patricia M. Ramírez Aguilar
Por Patricia M. Ramírez Aguilar
La preocupación por el bienestar infantil y la enorme responsabilidad que implica el cuidado de un hijo, sobre todo durante los primeros años de vida, el gran compromiso que conlleva poder hacerse cargo de su educación y su crianza desde su nacimiento hasta alcanzar la adolescencia, por lo menos, ha motivado a diversas instituciones a elaborar programas que cumplan este objetivo; sin embargo la meta no debe ser solo la supervivencia física, sino también el desarrollo del potencial físico, psicológico, cognitivo, emocional y social a través de la promoción de una amplia gama de factores como son: la salud, la protección, la educación y la estimulación.
La estimulación temprana es un término muy utilizado en nuestros días, con el cual nos referimos a todas aquellas acciones que aumentan las capacidades motoras y cognoscitivas en los bebés.
Papalia y Feldman (2012) la definen cómo el proceso sistemático de tareas educativas o terapéuticas para satisfacer las necesidades de los infantes. Mientras que para Álvarez (2000), la estimulación temprana es una estrategia de prevención primaria que debe ser iniciada desde el momento del nacimiento del bebé, considerando las condiciones ambientales de protección al infante y educativas hacia la madre, incluso antes del nacimiento (estimulación prenatal), con especial énfasis en la etapa de maduración neurofisiológica, pero en continuación con la estimulación a nivel preescolar y escolar del niño, abarcando las condiciones ambientales, de salud y nutrición.
A través de la estimulación temprana se ofrece al niño constantemente oportunidades para relacionarse con el mundo que le rodea, iniciando con la familia propia y por la persona que le cuida permanentemente, su madre. Es importante que el niño se encuentre dentro de un contexto rico en posibilidades, variedad y contrastes que le garanticen satisfactorias condiciones de salud y bienestar físico para su desarrollo (Suárez, 1992).
Los primeros años de vida infantil son considerados trascendentales para el desarrollo de la vida afectiva, intelectual y social del niño por lo que brindarle las condiciones necesarias que le permitan alcanzar un desarrollo óptimo se convierte en una necesidad de suma importancia. Autores como Freud y Piaget mencionan que el desarrollo infantil puede ser modificado de manera positiva o negativa, por lo que se hace necesario brindar al bebe durante los primeros años de vida un ambiente enriquecedor de estímulos, afectos y satisfacción de sus necesidades básica a través de sus madres (Bowlby, 1989).
La relación del niño con su madre es uno de los factores que tiene mayor influencia sobre el desarrollo, ya sea en lo psíquico, cognoscitivo, motor, emocional o social (Peralta, 2004).
Por otro lado, Collado (2004), explica qué diferentes áreas del cerebro aumentan su tamaño al incrementar el número de dendritas y sus conexiones neuronales cuándo el niño es expuesto a situaciones estimulantes; y, mientras más prolongadas sean éstas, mayor el tamaño de las conexiones neuronales. La autora señala que el periodo comprendido entre el nacimiento y los tres años de edad es primordial, ya que durante este periodo el cerebro aumenta su tamaño vertiginosamente, además de que es prioridad aprovechar los periodos sensibles o críticos del desarrollo ya que durante estos periodos el cerebro es particularmente eficiente para determinados tipos de aprendizajes, lo que puede hacerse de manera sencilla mientras el niño juega.
Ahora si tomamos la teoría de Bowlby y la de Collado, fácilmente se deduce que aprovechando el vínculo materno infantil y la influencia de la madre en el desarrollo de su hijo, al ser capacitada ella será la promotora del desarrollo ideal, pues nadie mejor que la madre para proveer al niño de las experiencias enriquecedoras que le ayuden a aprovechar al máximo la plasticidad cerebral durante los primeros tres años de vida así como los periodos sensibles o críticos del desarrollo se puede lograr el objetivo de potencializar las habilidades y destrezas tanto motoras como cognoscitivas del niño. En el ámbito de la estimulación las investigaciones demuestran que dotar a los niños de un ambiente enriquecido de experiencias sensoperceptivas, les ayuda en su proceso de neurodesarrollo y maduración proporcionándoles las pautas para una mejor adaptación, integración y convivencia con el entorno al potencializar sus habilidades y destrezas.
Referencias:
Álvarez, F. (2000). Estimulación temprana una prueba hacia el futuro. Chile: Alfa omega.
Bowlby, J. (1989). Una base segura, Aplicaciones clínicas de una teoría del apego. Buenos Aires: Paidós.
Collado, A. (2004). Guía de estimulación temprana para niños de 0 a 2 años. México: Lumen-Hvmanitas.
Papalia, D., Feldman, R.D. y Martorell, G., (1984/2012), Desarrollo humano (12ª. ed.). México: McGraw Hill.
Peralta, E. (2004). Detección de riesgos e intervención en las alteraciones del desarrollo psicomotor del niño lactante de estancia de bienestar y desarrollo infantil. Reporte laboral. Universidad Nacional Autónoma de México.
Suárez, E. (1992). Programa y método por la estimulación precoz. Panamá: Educación Especial.
Diplomado en terapia infantil
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