El arte como reflejo y expresión psicológica de su entorno social

El arte como reflejo y expresión psicológica de su entorno social

 

Por Génesis Dzoara Hernández López

 

Por Génesis Dzoara Hernández López

RESUMEN: En el presente artículo apreciaremos el arte como forma expresiva de la psique humana, como discurso no sólo de un individuo sino también de su entorno social. Explicaremos la importancia del arte como huella y rastro histórico que nos permite apreciar y comprender el alma de un momento de la humanidad. 

PALABRAS CLAVE: arte, sociedad, reflejo.

La historia, vista como huella psíquica de la humanidad, nos expresa lo que a su vez calla, revelando el inconsciente mediante la crónica que relata.  Por ello nos permite conocer en mayor medida destellos psíquicos de la sociedad.

Asimismo, el arte expresa el reflejo psicológico de su creador, y a su vez un sentir personal y social. Esto significa que el pensamiento colectivo de una época queda plasmado en la creación artística. Desde el punto de vista de Gonzales Rey (2008) una de las expresiones más representativas de la creatividad y generatividad del ser humano es el arte el cual ha sido empleado como vía indirecta para el estudio del hombre y su entorno. Para él, el arte es capaz de expresar indirectamente aspectos esenciales sobre una época y una forma de vida social.

El rasgo enigmático que opera detrás de los procesos que envuelven la creación artística y el uso de ésta, parecen ser inexplicables e inaccesibles para el pensamiento consciente. Por tal motivo para el análisis psicológico del arte, se han creado diversos puntos de vista que nos guían a su comprensión y así aproximarnos a revelar dicho enigma.

Son diversos los enfoques que se pueden tomar para un análisis de la conducta y producción artística. Ullán de la Fuente y H. Belver (1990) dicen que dichas perspectivas no son sólo un determinante del cuestionamiento que realizaremos acerca del hombre y de su comportamiento, son también una determinante del método que se empleará para establecer sus respectivas respuestas, llegando a ser los cimientos sobre los cuales se ha de construir el conocimiento del ser humano.

Las perspectivas a tratar para la comprensión de la conducta artística van desde la biológica hasta la psicológica, sociopsicológica y social (Tajfel, 1984). Estas tres perspectivas han constituido los principales enfoques de análisis del comportamiento humano en relación al arte.

Moscovici (1985) define la psicología social como la ciencia del conflicto entre el individuo y la sociedad. De ahí que Kelman (1965) nos plantea el interés de la psicología social en la interacción de la conducta individual y los procesos sociohistóricos. Tomando todo ello en cuenta se pone de manifiesto lo vital que es la coexistencia del factor individual y social (Doise, 1979). Es palpable el hecho de cómo es que se nutren la una de la otra, para dar vida a lo que somos y producimos para nosotros y nuestro entorno.

Situaremos al arte como fruto de un núcleo social y a su vez de uno individual. Donde tanto sociedad como individuo y o creador juegan un papel vital, ya que la conducta artística (Ullán de la Fuente, 1990), conducta tanto de apreciación como de producción, requiere de ambos factores ya que son ellos quienes dan vida a la obra, puesto que sin su contemplación la misma carecería de propósito.

Según Ullán de la Fuente y H. Belver (1990) el comportamiento artístico se concebiría condicionado por las estructuras sociales en las que se produce, y tanto la apreciación como la producción artística se entenderían como el resultado de la conjunción de una serie de factores de naturaleza social.

Es preciso crear un equilibrio entre considerar al arte como producto del sistema social y el considerarlo como un aspecto individualista.

La conducta artística muestra una doble realidad de la conducta humana (Ullán, 1990) situada entre el individuo y la sociedad. Por una parte, tendríamos al individuo creador, productor, contemplativo, que disfruta o destruye la obra artística, y social en donde a modo de fenómeno cultural es inasequible una desvinculación de ésta y sus factores sociales de un momento histórico.  (H. Belver, 1990)       

La primera fusión del arte y el psicoanálisis ocurrió a finales del siglo XIX con Sigmund Freud, aunque con anterioridad diversos artistas como Goya, Fuseli, entre otros representaron estados mentales e internos en sus obras dejando entrever una relación personal entre ellos y su creatividad artística (Vygotsky, 1971).

Las razones menos evidentes de un efecto artístico, desde la mira de Sheneider (1996), se esconden en el subconsciente, ya que es él quien dirige y deja huella en nuestro devenir existencial, afectando nuestras acciones y haciéndose presente en nuestro comportamiento. Por tanto, el juicio interpretativo que el artista dé como justificación de su obra puede ser considerado como un autoengaño, ya que la concepción consciente de su creación es sólo la sombra de una figura real oculta en el subconsciente que la aloja. El mismo autor afirma que “el arte siempre se basa en impulsos y deseos subconscientes y reprimidos, que contradicen nuestras necesidades morales, culturales y civilizadas. De ahí que en el arte nuestros deseos prohibidos alcancen su satisfacción en el placer y el goce de las formas artísticas.” Visto desde esta perspectiva, el arte es una especie de terapia tanto para el artista como para el espectador, una vía para eliminar el conflicto con el subconsciente sin caer en la neurosis (Freud, en Sheneider, 1996), tal como los crímenes edípicos del incesto y el parricidio se convierten en arte en las obras de Sófocles y Shakespeare (Vygotsky, 1971).

Para Sheneirder (1996) el creador de arte reviste de dos significados sus deseos reprimidos con una forma artística con el fin de alcanzar su realización: en primera instancia la forma actuará como un señuelo que brindará un placer superficial, un goce que atraerá al espectador hacia el camino del subconsciente. 

Enseguida dicha forma actuará como un disfraz artificioso el cual permite al artista revelar el deseo prohibido, y al mismo tiempo, llevar al espectador por el viaje del engaño y la censura de su conciencia.

Por lo tanto, el arte tiene un poder doble, por un lado, libera los deseos represores del creador al momento de plasmarlos en su obra, y por otro satisface las fantasías censuradas del espectador, alcanzando ambos su goce y placer. De esta forma “el arte cumple su papel social ya que empieza a parecer un antídoto para salvar a la humanidad de sus vicios, sin que tenga tareas u objetivos positivos que cumplir para la psique humana” (Sheneider, 1996).

Con el fluir del tiempo, el ser humano va dando forma a su existir, engendrando una época social nutrida por cada individuo y viceversa, donde la concepción estética, básica para la creación artística, está definida por el momento histórico en el que se concibe. Plekhanov (1922, como se citó en Vygotsky, L. (1971) afirma que “todas las ideologías comparten una misma raíz: la psicología de una determinada época”.

Tomando dichos elementos en cuenta podríamos afirmar que la psique individual es el resultado y reflejo de una ideología social perteneciente a una época, el arte incluido, el cual está determinado y condicionado por la psique del hombre social (Schneider, 1996).

El arte es una manifestación social del subconsciente, que transforma el mismo en ciertas formas que tienen un significado y propósito social (Schneider, 1996). Por tal motivo Rank ve a los artistas como cabecillas en la lucha de la humanidad por la dominación y mejora de los instintos hostiles a la civilización por ello liberan a los hombres del mal sin privarles, al mismo tiempo, del goce y el placer. Es de esta forma que podemos decir que las obras de arte son sociales y están socialmente condicionadas.

REFERENCIAS

Doise, W. (1979): Psicología Social y relación entre grupos. Barcelona, Rol.

González, R. (2008). Psicología y arte: razones teóricas y epistemológicas de un desencuentro. Bogotá, Colombia. Fundación Universitaria Los Libertadores.

Vygotsky, L. (1971). Psicología del arte. Massachusetts: Paidós.

Schneider, L. (1996). Arte y psicoanálisis. Madrid: Ediciones Cátedra.

Moscovici, S. (1985): Psicología Social Barcelona, Paidós

Ullán de la Fuente, A. y Belver, M. (1990). Psicología social y conducta artística: el arte, entre el individuo y la sociedad. Recuperado de http://www.arteindividuoysociedad.es/N3.html [2012, 15 de octubre].

Kelman, N. (Ed.)  (1965): International behavior: A sociopsychologícal analysís. New York, Holt, Rinehart y Winston.

Tajfel, H. (1984): Grupos humanos y categorías sociales. Barcelona, Herder.


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