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La Conducta Desobediente Infantil

Por Psic. Josefa Alacio Estrada

 

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Por Psic. Josefa Alacio Estrada

La desobediencia en la infancia es una de las principales quejas de padres y educadores en la práctica clínica infantil. No obstante, ¿todas las conductas y actitudes de desobediencia infantil implican una problemática a tratar clínicamente?

Con base en varias  definiciones podemos decir que se  entiende por desobediencia cuando el niño se niega a hacer aquello que se le pide o bien, hace aquello que se le indica que no haga, ante una petición directa o cuando hace o deja de hacer algo saltándose una regla establecida.

Citando a Maciá Antón (España,2007) aproximadamente a los dos años y medio de edad se manifiesta en el niño la llamada crisis de la terquedad, a esa edad, el niño descubre su personalidad, su individualidad, como fuente constante de comportamiento y de unos deseos distintos a los de otras personas, ello se debe a su creciente autonomía practica. Al tomar conciencia de sus propias y crecientes necesidades se coloca en una nueva situación respecto al adulto y hasta se siente tan independiente como él, este deseo de independencia se expresa sobre todo en el deseo de oponer su voluntad a la del adulto, es importante tener en cuenta que esta etapa es pasajera y que hace difícil el trato de los adultos con el niño, es una etapa necesaria para el posterior desarrollo de su personalidad.

A esta edad hay que tener presentes dos principios educativos para su autonomía, primero, asegurar la seguridad física y emocional del niño sin obstaculizarle su naciente curiosidad, y segundo, facilitar los nuevos aprendizajes que contribuyen a formar su carácter. Por lo tanto prohibiciones del tipo «no hagas eso, no toques eso, no digas eso», inhiben su curiosidad natural, se conseguirá que sea obediente, pero también que sea dócil y pasivo.

 

 

 

 

 

 

 

También a esta habría que tener en cuenta dos tipos de terquedad, una que surge como necesidad de autoafirmación (orden: ven; respuesta: no quiero) y otra más compleja que se une con la necesidad de experimentación y de búsqueda de autonomía por el niño (el niño toma conciencia de sí mismo y prueba el efecto de lo que hace, muchas veces se frustra ante sus limitaciones). Con mucha frecuencia su comportamiento será caprichoso, con continuas rabietas, enfados, llantos, etc.

El trato del niño en esa edad se hace especialmente difícil, pues hay que buscar un equilibrio (aplicando importantes dosis de cariño y paciencia) entre que no se salga siempre con la suya y que cada vez sea mas autónomo. El niño no puede ser un mimado-consentido o un niño sumiso, ansioso sin iniciativa; por el contrario tenemos que posibilitar que el niño tome confianza en sus posibilidades y sea capaz de tomar iniciativas.

Cuando como padres o educadores se reacciona con irritación a su terquedad, entonces se hace mucho más difícil su educación, su socialización, pues el niño observa y aprende que su terquedad es un medio para encolerizarlos o para conseguir lo que desea, en adelante utilizara con más frecuencia esta respuesta en su lucha contra los padres o maestros.

Por lo tanto es importante educar su responsabilidad, dejándole manifestar su energía natural, comprendiendo que esta crisis de oposición pasara y que es una etapa necesaria en su desarrollo. Partir desde el principio de que cada vez que el niño desee experimentar, se le debe ayudar a intentarlo correctamente, salvo que por supuesto, la experiencia sea peligrosa para el o para los demás, en ese caso la prohibición deberá de ser formal e irreversible, respondiendo con un «no» tranquilo pero inapelable. El niño aceptara fácilmente, ya que tendrá cantidad de ocasiones de hacer y elaborar sus descubrimientos; si se actúa de ese modo se habrá respondido a sus necesidades de seguridad y de expansión.

 

 

 

 

 

 

 

Siendo un problema de alta prevalencia en la infancia, es importante tener en cuenta que son conductas que tienden a desaparecer por sí mismas con la edad.

Así como ser cautos en el diagnóstico para no confundirlo con comportamientos negativistas transitorios, o los propios de ciertos estadios del desarrollo y atender fundamentalmente, a la frecuencia e intensidad de estas conductas y al grado de deterioro del funcionamiento familiar y social para establecer la difícil línea entre lo normal y lo patológico y la conveniencia de intervenir.

 

 

Bibliografía

Diego Maciá Antón. Problemas cotidianos de conducta en la infancia. Intervención psicológica en el ámbito clínico y familiar. España, 2007.

Diplomado en terapia de lenguaje

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