El trastorno bipolar es uno del estado de ánimo, que se caracteriza por cambios extremos entre episodios tanto de manía como de hipomanía (dependiendo el caso), y episodios de depresión, afectando la manera en la que las personas afectadas piensan, sienten y actúan, lo que impacta fuertemente sus relaciones, así como su vida diaria. Existen tres tipos de trastornos de bipolaridad, el Bipolar tipo I, en el que los episodios de manía duran al menos una semana, siendo lo suficientemente graves como para requerir una hospitalización; el Bipolar tipo II, en el que se tienen episodios de hipomanía, la cual es una forma más leve de manía, así como episodios de depresión más severos y duraderos que los que experimentan las personas con trastorno bipolar I; finalmente está la Ciclotimia, la cual está caracterizada por periodos de síntomas hipomaníacos y depresivos durante al menos dos años, pero con síntomas no tan graves como en los otros dos tipos. Sin importar el tipo de trastorno, en los episodios de manía, las personas se sientes eufóricas, hiperactivos y con una gran cantidad de energía, lo que puede llegar a ocasionar aumentos en autoestima, disminución del sueño e incluso, puede llegar a ocasionar que la persona tenga conductas compulsivas; por otro lado, durante los periodos de depresión, las personas se pueden llegar a sentir extremadamente tristes, sin energía y sin motivación. De igual forma, pueden tener pensamientos negativos sobre sí mismos y su vida, dificultad para concentrarse, cambios en el apetito y problemas para dormir.
En México, se estima que aproximadamente entre el uno y dos por ciento de la población padece de algún tipo de trastorno bipolar. Esta cifra no es exacta, ya que muchísimas personas no pueden recibir un diagnóstico adecuado por falta de especialistas en el tema, así como por la ignorancia en la población en cuanto al tema. De igual forma, existe una tardanza en el diagnóstico, ya que los síntomas del trastorno se pueden confundir con otros, como el de depresión o ansiedad. Asimismo, este problema es aún mayor en regiones rurales, donde es más complicado el acceso a psiquiatras y psicólogos especializados. De igual forma, existe un estigma social que
hace que las personas, por miedo a ser rechazadas, no se realicen el diagnóstico. Es por estas razones que en México hay un subdiagnostico importante.
Afortunadamente, en los últimos años, el problema ha disminuido un poco, mediante la aprobación de algunas leyes, así como la expansión de servicios de atención a la salud mental, la capacitación de personal de salud y un mayor acceso a medicamentos. De igual forma, se han aprobado leyes y reformas que ayudan a mejorar la situación, como la reforma de la Ley General de Salud en 2003, con la que la salud mental comenzó a recibir mayor atención dentro del sistema de salud pública, lo que incluyó la integración de servicios de salud mental en el nivel primario de atención (como el IMSS y el ISSSTE) y en clínicas y hospitales generales, mejorando así el acceso al diagnóstico y tratamiento, así como la Ley de Salud Mental de 2019, la cual establece el derecho a la atención integral en salud mental, incluyendo la prevención, el tratamiento y la rehabilitación y obliga a instituciones de salud a integrar servicios de salud mental y a proteger los derechos humanos de los pacientes. Todo esto, sumado a campañas importantes de concientización han logrado reducir un poco el subdiagnostico.
Para concluir en los últimos años se ha visto un avance importante en el diagnóstico y tratamiento de las personas con trastorno bipolar; desafortunadamente, estos avances han sido insuficientes. Campañas de inclusión, así como una mayor inversión para garantizar el acceso a la atención médica son indispensables para lograr mejorar la situación, mismas que deben de tener prioridad dentro del sistema de salud mexicano, ya que el rezago es importante y las personas afectadas no lo merecen.
Fuentes:
93-103. https://doi.org/10.17711/SM.0185-3325.2021.013
Perspectivas para el diagnóstico y tratamiento. Revista Latinoamericana de Psicología, 54(1), 33-44. https://doi.org/10.14349/rlp.2022.5
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