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LAS RUTINAS Y HORARIOS EN LA CONSTRUCCIÓN DE HÁBITOS EN LOS NIÑOS

Por  AVILA PARRA SARAMY

 

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Por AVILA PARRA SARAMY

Mientras para los adultos los rituales son agotadores, para los niños la consistencia de la rutina es garantía de seguridad. De acuerdo con los especialistas, incluidos los pediatras, es a través de la repetición de situaciones y experiencias que los niños aprenden. Sí los adultos comenzamos a establecer rutinas cotidianas firmes, bien estructuradas y seguras, tendremos como resultado a niños que escuchan, cooperan y hasta parecen disfrutar el ir a la cama a una hora razonable o simplemente se les facilita la transición de una actividad a otra.

Las rutinas son patrones y hábitos de los que las familias dependen para manejar su vida cotidiana. Los padres de familia buscamos formas de organizarnos y economizar tiempo y son precisamente las rutinas las que nos ayudan. En el caso de los niños les da un sentido de identidad, estabilidad y constancia.

El establecer horarios y rutinas cotidianas para actividades como el baño, el juego, la alimentación, el sueño, es un gran apoyo para el desarrollo neurológico, la inteligencia y fortaleza emocional del pequeño. Le enseñan a esperar y a tolerar la frustración al no ver cumplidos sus deseos. Esto lo fortalece y lo hace más creativo porque lo impulsa a abrir otros caminos para alcanzar sus objetivos. Así reconoce nuevas posibilidades en sí mismo y en el exterior, “la disciplina amorosa le ofrece la tranquilidad de crecer en una estructura social sólida que le ayudara a edificar su carácter como una fuerza interna que lo protegerá toda su vida, le enseñara a renunciar a los caprichos, a respetar su integridad y la de los demás y a esforzarse para alcanzar las metas elegidas en libertad” (Barocio, 2019).

Los niños necesitan tener límites previsibles. La repetición cotidiana de determinadas actividades les garantiza que el mundo es un lugar seguro, asimismo, saben qué esperar de los demás y qué esperan los demás de él. Por eso es tan importante que los infantes tengan horarios y rutinas perfectamente estipuladas. Para ello es primordial saber qué va a pasar después de bañarse, comer, hacer la tarea, jugar, etc.

La familia, o las personas que se encargan de él son la principal fuente de formación para el niño. De lo que hagamos con ellos dependerá su autoestima, su crecimiento, su capacidad para comunicarse y el desarrollo adecuado de sus potencialidades. La responsabilidad que tenemos como adultos es enorme y para el pequeño es fundamental tener una vida más o menos organizada.

Indudablemente la repetición de rutinas diarias le ayuda al niño a desarrollar un sentido de responsabilidad. De la misma forma, la capacidad para organizar las actividades y pertenecías personales hará que cada día sea más fácil para la familia.         

A propósito de la responsabilidad de la familia en la formación de hábitos en los niños, es importante considerarlo porque tal vez para las mamás antes era más fácil organizar el tiempo de los niños, pero ahora existe un gran número de madres que trabajan, madres solteras o cuyos maridos trabajan fuera y por tanto no es tan sencillo establecer horarios para cada actividad. Lo contradictorio de todo esto es que, aunque haya cambiado el perfil de la familia, las necesidades de los niños siempre serán las mismas: horarios, rutinas, una familia cálida, atención y tiempo de calidad.   

Chávez (2008) puntualiza que es en la familia donde se tejen los lazos afectivos primarios, los modos de expresar el afecto, la vivencia del tiempo, el lenguaje, nuestra historia. La familia es por excelencia el campo de las formaciones afectivas más profundas y constituyen uno de los pilares de la identidad de una persona. Familia, casa y escuela son tres importantes círculos en el desarrollo del pequeño. Es en esos ambientes donde los limites, la disciplina y las rutinas diarias adquieren forma y significado para el niño. De ahí él toma elementos para crecer y desarrollarse.

Las innegables transformaciones que sufrido la familia no justifican que ésta pierda su importancia en la vida del niño. Esté conformada por quien sea, es importante que el pequeño sienta el apoyo de la misma en su vida cotidiana.

El confort, la estabilidad emocional y la seguridad que da la familia le permiten al niño dedicarse a lo que tiene que hacer: a jugar, a crecer y a desarrollarse. Los adultos, por nuestra parte, debemos dedicarnos a crear un espacio adecuado para que el niño pueda desenvolverse mejor.

Incluso en la formación de hábitos de estudio, debemos procurar hacer la vida fácil a los niños y, principalmente, a nosotros mismos como encargados de la crianza de los pequeños. Un buen ejemplo son las tareas más complicadas; estimulemos a que sean éstas las que primero se hagan, ya que como están comenzando con sus deberes, aún no se sienten cansados ni malhumorados. Estar física y atentamente con los hijos es un gran apoyo, así como lo es tratarlos con cariño y respeto, aunque sean unos niños. Eso es suficiente para tener buenos hábitos de estudio.                   

Es importante señalar que los niños deben aprender desde temprana edad ciertos comportamientos básicos como lavarse las manos o cepillarse los dientes. Es fundamental fomentar en ellos la creación de hábitos de estudio que les permitan enfrentar de la mejor forma posible el sistema educativo. En cualquier educación hay suficientes aspectos positivos como para despertar en quien la ha recibido el deseo de mejorar todo el camino del aprendizaje. Un pequeño sin horarios o con una vida cotidiana caótica, difícilmente podrá sentirse seguro o hacerse responsable de sus actos.      

 

REFERENCIAS DE CONSULTA.

·         Barocio, R. (2019). Disciplina Con Amor. Cómo poner límites sin ahogarse en la Culpa. Nueva Edición. Editorial Pax.

 

  • Chávez, M. A. (2008). Hijos tiranos o débiles dependientes. El drama del hijo sobreprotegido. Primera Edición. España. Editorial Grijalbo Mondadori.

 

 

Diplomado en Psicología Clínica

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