Alguna vez escuche la frase “te alimentas de lo escuchas, comes y lees” Desde entonces la adopte como si fuera mía. Porque se me hace una frase muy bien intencionada, generalmente cuando nos referimos “vamos a comer”, la primera necesidad que estamos cubriendo es llenar ese hueco en el estómago. Y que decir de nuestra propia percepción corporal, quizás mirarnos al espejo todos los días no sea suficiente para cuestionarnos ¿me siento bien con mi físico?

Ahora bien, será que una parte de nuestro inconsciente realmente piensa en: ¿este alimento que nutrientes tiene?, ¿esto es bueno para mi salud y mi cuerpo?

¿Comemos cuando tenemos hambre?

La mayoría de los trastornos alimenticios coinciden con que las personas no comen para saciar una necesidad, generalmente su comportamiento se debe a una serie de connotaciones socioeconómicas, culturales y psicológicas. Por sólo mencionar un ejemplo: aquel chico que cada que obtiene una mala nota en la escuela, come con mucha ansiedad comida rápida. O inclusive, como olvidar ese cliché en las películas donde la chica ha cortado con el novio y entonces se recuesta en su recamará llorando y rodeada de todo tipo de golosinas: chocolates, helados, etc.

Por lo tanto, esa sensación de saciedad con frecuencia se confunde con “tengo hambre”. Si nos adentramos a la parte cultural, alimentaciones como la japonesa o mediterránea son dietas consideradas como “sanas”, pero también en estas culturas se observan en su población personas con trastornos alimenticios.

Y aquí haremos mención del apetito corruptivo, esa necesidad de consumir alimentos que propiamente no son nutritivos, pero que nos producen serotonina (la hormona de la felicidad). Inclusive, se ha observado que el color y la textura juegan un papel importante en el consumo de ciertos alimentos. Por ejemplo, a veces esa sensación crujiente las encontramos en las frituras y no tomamos consciencia de cuánto valor nutricional nos están aportando. ¿Y sabías que ciertas verduras al comerlas crudas y en julianas, nos dan esa misma satisfacción?

¿Cómo podemos aprender a nutrirnos?

Quizás, aunque suene raro, pero el primer paso es reconciliarnos con la comida. El primer alimento que recibimos desde que fuimos concebidos viene desde nuestra madre. Por lo tanto, valdría la pena mirar en retrospectiva que conflictos tengo con mi madre o con el lado femenino y subsanar esas heridas. Los alimentos en sí no son una amenaza a nuestro organismo, pero si la mala combinación de algunos de ellos al momento de prepararlos. Por ejemplo: no vamos a recibir los mismos nutrientes de una sopa de cebolla, que si comemos unos “aros fritos de cebolla”.

Como un segundo paso, se sugiere optar por alimentos más ricos en fibra, evitar productos congelados y fritos y algo super esencial beber suficiente agua simple. Estos cambios harán una gran diferencia en nuestro metabolismo e inclusive nos sentiremos mejor emocionalmente.

Finalmente, los hábitos alimenticios como bien lo dicen su nombre al ser “hábitos” se requiere de un comportamiento constante y consciente, no se trata de eliminar por completo la comida denominada “chatarra”, simplemente es aprender a elegir mejor entre un alimento y otro.

Bibliografía:

Organización Mundial de la Salud (2021) Sistemas alimentarios para una mejor salud. Recuperado de: https://www.who.int/es/publications/i/item/9789240031814