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Bases neurales y de comportamiento del efecto Benjamín Franklin

 

Por Axel Ruiz Mendoza

Por Axel Ruiz Mendoza

INTRODUCCIÓN: LA LEYENDA DE BENJAMÍN FRANKLIN

 

Ya sea por las clases de historia, la curiosidad en línea o por trabajar en el área de las ciencias, mayoría está familiarizado con Benjamín Franklin, científico, inventor y político americano del siglo XVIII cuyos logros incluyen descubrir que los relámpagos contienen electricidad, los tratados de alianza con Francia y un efecto epónimo.

Según cuenta el relato, Benjamín Franklin, que en ese entonces formaba parte del congreso en Philadelphia, Pennsylvania, tenía un rival político. Sea quién fuere este hombre cuyo nombre ha sido perdido en los anales de la historia, Franklin se encontraba turbado por la acérrima rivalidad entre ellos, por lo cual decidió terminar las hostilidades con un acto que parecería contraintuitivo a primera vista. Franklin le pidió un favor al hombre, pidiendo prestado un libro de su vasta biblioteca personal, a lo cual el hombre concedió y posterior al favor, muchos le siguieron y la amistad duró durante la vida de Franklin. Todo partiendo bajo la suposición de Benjamín Franklin de “Es más probable que alguien que ya te ha hecho un favor, te haga otro más”.

 

DESARROLLO: FAVORES, CEREBROS Y COMPORTAMIENTO

Si el relato de Benjamín Franklin establece que el acto precede al pensamiento en cuanto a convivencia y cooperación se trata. Según la psicología observada tanto en primates como en humanos, este parece ser el caso. La aparición de empatía se describe como la respuesta emocional acorde a situaciones que afectan a otros sujetos. Se ha demostrado que dicha respuesta es más intensa entre personas desconocidas.

 

En este sistema de reconocimiento emocional se involucran varios sistemas neuronales, principalmente cortezas somatosensorial, cingular, insular y visual, además, una región muy importante llamada amígdala, que regula las respuestas emocionales ante estímulos. Estas cortezas integran el conjunto de sensaciones en lo que podría llamarse una emoción si está es fugaz, un procesamiento inmediato de estímulos que se refleja como una sensación física, por ejemplo, náuseas en caso de nervios o pesadez en el pecho en caso de miedo. Si estas cortezas, en combinación con el sistema de neuronas espejo que vincula la observación y ejecución de actos motores participan en el desempeño de tareas de empatía. [1]

 

Sin embargo, para la aparición de la empatía, el sujeto debe primero presentar un identidad emocional “la cual está generada principalmente por el conocimiento y entendimiento de las emociones del otro animal”[2]. Existen generadores de patrones centrales (CPG) que identifican las sutiles expresiones faciales y lenguaje corporal estos patrones pueden ser voluntarios, pero en casos involuntarios, la corteza límbica desencadena una respuesta a pesar de las motivaciones y valores conscientes del individuo. Las teorías modernas aceptan que esto es un remanente del cerebro primitivo para facilitar la convivencia. “En los primates, que también cuentan con músculos faciales, estos CPG’s han sido ampliamente estudiados y están involucrados con las conductas sociales importantes para la participación de los individuos en grupo”.[2]

 

Pero, ¿cómo es que estos circuitos neuronales explican el efecto Benjamín Franklin? El secreto yace en la propia aseveración de Franklin. Según las bases de la teoría conductual, un individuo siempre está actuando con la impresión de que se le está realizando un juicio moral incluso cuando está sólo, el individuo, por lo tanto, prefiere acoplarse y cooperar para ser parte de la comunidad antes que arriesgarse al rechazo. En palabras de David McRaney: “La teoría del manejo de impresiones dice que siempre estás pensando en cómo te ves ante los demás, incluso cuando no hay nadie alrededor. En ausencia de espectadores, en lo profundo de tu mente un espejo refleja lo que has hecho, y cuando ves a una persona que se ha comportado de una manera que podría hacer que te expulsen de tu grupo, la ansiedad te lleva a buscar una solución. Reordenación.”[3]

 

El rival de Benjamín Franklin le ha pedido un favor, la conducta social dicta que en un entorno civilizado, este debía conceder el favor. Sin embargo, conceder el favor supone una contradicción, quién le ha pedido el favor es un rival suyo. Mas este rival le ha pedido un favor a pesar de dichas hostilidades. La disonancia cognitiva producida pone en cuestión la identidad emocional del rival de Franklin. Como dice McRaney, su cerebro puede saltarse las normas y valores o aceptar el reordenamiento mental. Una vez aceptado el reordenamiento, adoptando una identidad emocional nueva, una donde puede empatizar con Franklin, entonces puede imaginar la posibilidad de concederle el favor. El recableado neuronal es tal que no solo le ha concedido el favor sino que su rival empieza a interactuar amistosamente. Maria Popova explica en su artículo, The Benjamin Franklin Effect, The Surprising Psychology of How to Handle Haters:

“El efecto Benjamin Franklin es el resultado de que su concepto de sí mismo sea atacado. Cada persona desarrolla una personalidad, y esa personalidad persiste porque las inconsistencias en su narrativa personal se reescriben, redactan y malinterpretan…Ya sea que ames u odies a tu persona, proteges el yo con el que te sientes cómodo. Cuando observa su propio comportamiento o siente la mirada de un extraño, manipula los hechos para que coincidan con sus expectativas.” [4]

 

CONCLUSIÓN: TERROR EN DISONANCIA

Este tipo de procesos mentales encaminados a la cooperación de los cuales nos enganchamos como especie para demostrar nuestra superioridad sobre el reino animal no son más que remanentes de las partes más primitivas de los sistemas de respuesta emocional y motora que los primates grandes poseen. “La presencia de las estructuras involucradas en las respuestas emocionales a lo largo de la escala filogenética, así como en la escala evolutiva del sistema nervioso central en los mamíferos, apoya la idea de que el proceso de neurogénesis y migración neuronal

favorece la expresión y formación de redes anatómicamente funcionales, que están encaminadas a regular ciertas conductas inherentes al proceso evolutivo y preservativo de la especie.”[2]

 

El efecto Benjamin Franklin simplemente hace más claro que mayoría de las interacciones por más hostiles que puedan ser, siguen implicando un proceso de percepción social, donde se perciben señales, se infieren estados psicológicos y se generan respuestas emocional y si no están generando alguna de estas, una de las partes lo hará por la otra de manera mental, simplemente porque los procesos sociales implican una ganancia de una u otra maner. El psique debe mantenerse motivado de una manera u otra, debe mantenerse intacta la imagen que se ha creado.

 BIBLIOGRAFIA

  1. Tomás Labbé Atenas, Ethel Ciampi Diaz. Cognición Social: Conceptos y Bases Neurales. REV. CHIL NEURO-PSIQUIAT 2019; 57 (4): 347-356
  2. David Iñaki López Mejía, Azucena Valdovinos de Yahya. El Sistema Límbico y las Emociones: Empatía en Humanos y Primates. Psicología Iberoamericana (Julio-Diciembre, 2009), Vol. 17, No. 2, pp. 60-69 ISSN 1405-0943
  3. McRaney, D. (2014). You are now less dumb: How to conquer mob mentality, how to buy happiness, and all the other ways to outsmart yourself. Gotham Books.
  4. Popova, M. (2019, July 10). The benjamin franklin effect: The surprising psychology of how to handle haters. The Marginalian. https://www.themarginalian.org/2014/02/20/the-benjamin-franklin-effect-mcraney/

Diplomado en terapia lenguaje

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