Tendemos a creer que el amor es un sentimiento y por lo tanto le atribuimos generalmente un sentido subjetivo. El autor Chileno Maturana, sin embargo, define el amor como “el dominio de las acciones que constituyen al otro como un legítimo otro en la convivencia con uno” (Maturana 1991, 239). La definición anterior significa que al amor es algo que podemos mirar en término de acciones y que por lo tanto es palpable en más de una forma. De acuerdo con esto, podemos analizar nuestro amor hacia los demás a través de las acciones que tienen lugar en nuestra convivencia con ellos. Esta idea nos lleva a cuestionarnos, ¿en qué grado mis acciones constituyen al otro como un legítimo otro en su convivencia conmigo?
Veamos por principio de cuentas, ¿qué significa constituir al otro como un legítimo otro en su convivencia con uno? La palabra legitimidad tiene que ver con autenticidad y verdad. Se podría decir que el amor, de acuerdo con Maturana, puede ser mirado en función del grado en que nuestras acciones demuestran nuestra validación, aceptación y respeto hacia el otro como un ser genuino y verdadero. Así, dichas acciones pueden considerarse como acciones amorosas.
Existen una infinidad de acciones amorosas. A continuación, propongo algunas de ellas, las cuales representan sólo una base para dar respuesta a la pregunta que nos planteamos antes, ¿en qué grado mis acciones constituyen al otro como un legítimo otro en su convivencia conmigo? Sugiero asimismo, en cada caso, una afirmación que puede actuar como recordatorio para confrontar pensamientos contrarios al amor. Como lo sugiere Louise Hay, ‘cada uno de nosotros creamos nuestras experiencias a través de nuestros pensamientos y sentimientos. Lo que pensamos y las palabras que pronunciamos crean nuestras experiencias’ (Hay, L. 1991, 17). Mi propuesta es que en la medida en que nos demos cuenta de que ciertas acciones son contrarias al amor, podemos escoger ciertos pensamientos que nos ayuden a cambiar dichos patrones mentales y sus subsecuentes acciones.
Algunas de las acciones que constituyen al otro como un legítimo otro en su convivencia con uno son las siguientes:
Todos estos actos amorosos no son posibles si no van precedidos, y a la vez acompañados, por el amor a uno mismo, el cual puede entenderse como ‘las acciones que nos constituyen a cada uno como un legítimo otro en y a través de nuestra existencia’ (ibid. 191). El amor a uno mismo conlleva necesariamente acciones de convivencia con los demás y, por lo tanto, pone de manifiesto tanto la legitimidad del otro como la nuestra.
Referencias:
Hay, L. (1991). Tú Puedes Sanar tu Vida. Ciudad de México: Diana.
Hernández-Romero, L. (2017). Re-evaluating Creativity: the Individual, Society and Education. New York: Palgrave.
Maturana, Humberto R. (1991). El Sentido de lo Humano. Santiago de Chile: Dolmen Ediciones.
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