Psicología clínica y su campo de intervención

Psicología clínica y su campo de intervención

 

Por Eugenia Hernández Aguilar

Por Eugenia Hernández Aguilar

Durante años el campo de acción de la psicología clínica han sido los trastornos mentales, pareciendo que su intervención queda muy reducida a un pequeño sector poblacional; sin embrago, tras el velo de la cotidianeidad y la “normalidad” de la vida, encontramos un sinfín de relatos o vivencias cercanas, en donde problemas relacionados con adicciones, manías, miedos injustificados o temas alimenticios forman parte de la realidad social, todas estas conductas y muchas más, son del interés de la psicología clínica y por ende, de interés comunitario.

Elementos del diagnostico

Bajo el entorno de ausencia de salud es posible derivar en distintos causales para que esta condición se manifieste si bien, es labor del médico hacer un diagnóstico también lo es para el psicólogo clínico ya que cada vez es más común el que un paciente presente síntomas que podrían responder a un orden somático sin mostrar avances favorables en su tratamiento y, al ser valorados por un psicólogo clínico evidencian ser síntomas o signos de un padecimiento del carácter de la psique por lo que el tratamiento u abordaje cambia radicalmente sobre lo que se había proyectado con anterioridad. Es decir, el diagnostico de un paciente requiere de forma apremiante una valoración multidisciplinaria, en donde el nivel de importancia y criterio del médico tenga el mismo peso que el del psicólogo clínico, psiquiatra y otros profesionales enfocados a la salud, ya que la perspectiva que tengan cada uno sumará al tratamiento personalizado del individuo.

Por este motivo, es importante para la psicología clínica adecuadamente, cuáles son los factores que forman parte de la ausencia de salud y así, diferenciar si el síntoma pertenece a un hecho aislado o bien, forma parte de un conjunto que bien puede pertenecer a un síndrome o trastorno mental; Jerome Wakefield ha propuesto la idea de trastorno mental como una “disfunción perniciosa”. En el seno de este concepto, la noción de “daño” se define a los valores sociales (Por ejemplo, el sufrimiento, ser incapaz de trabajar, etc.) y la “disfunción” se interpreta por referencia a algún tipo de mecanismo subyacente que no funciona de acuerdo con su objetivo. (Butcher y Hooley 2007).

Desde la contemplación de la psicología clínica como una disciplina que únicamente aborda trastornos mentales y, la actualidad hace cada vez más claro que el hecho de clasificar una conducta ayuda a su intervención pero no siempre es determinante ya que la etiología del comportamiento puede ser tan variada como el pensamiento de cada individuo, existen factores o signos que podrían direccionar el diagnóstico sin embargo, conocer más sobre la raíz de los mismos puede aportar información que ayude al paciente a recuperar la salud, dejando de lado las clasificaciones de libro que, por su naturaleza pueden dejar fuera muchos elementos adyacentes al padecimiento y por lo mismo, implementarse un tratamiento inadecuado o incompleto que quizá, pudiera llegar a tener consecuencias como etiquetamiento de la conducta o “estigma social.”

Bajo este contexto, la clínica se ha visto en la necesidad de ser flexible e incluyente ya que al ser tan diversas posibles causas que generan el malestar haciendo indispensable “moverse” y observar desde distintos ángulos y así llegar a una mejor comprensión del trastorno, así como también generar un mejor vínculo con el paciente y resultando en un acompañamiento valioso en este proceso que en muchos casos genera mayor estrés o ansiedad al paciente.

En cuanto a la clasificación del trastorno mental, una herramienta indispensable es el DSM 5 ya que ahí el psicólogo encontrará un respaldo a las observaciones que él, de manera “empírica” ha hecho a través de las entrevistas ejecutadas. Cabe mencionar que, si bien el DSM 5 es una fuente muy bien sustentada y amplia, siendo más de 200 trastornos mentales descritos; no es el poseedor absoluto de la verdad ya que no es posible dejar de observar que algunos padecimientos orgánicos pueden tener manifestaciones del orden psíquico, y su malestar residir en una cuestión química propia del organismo. Aunque, por otro lado, es igualmente conocido que alguna sintomatología del orden psíquico puede ser manifestada únicamente de forma fisiológica, de ahí que el psicólogo clínico debe de estar atento a todo lo que circunda al diagnóstico, debe ser capaz de escuchar y analizar los silencios, así como también a entender y develar los gritos de la mente expresados por el cuerpo.

En la antigüedad eran llamadas histerias a las manifestaciones físicas o conductuales que llevaban al paciente a extremos que le imposibilitaban la convivencia con el otro. Es con el surgimiento del psicoanálisis que se comienza a dar importancia al mundo de las ideas, la percepción y la interpretación. Pero es hasta el surgimiento de la psicología clínica que “se le da permiso” al individuo de “enfermar de la mente” sin buscar una cura sino una vinculación con el mundo asumiendo y enfrentando las perspectivas distintas del paciente y apoyarlo para convivir en un entorno muy ajeno al del paciente.

Se requiere puntualizar así, que la psicología clínica se apoya fuertemente de la cultura para poder realizar un diagnóstico siendo bajo este esquema, que lo que para una comunidad puede resultar escandaloso o ”carente de cordura” en otra puede ser completamente lo opuesto, como ejemplo, sería el caso de la comunidad de Pomuch en Campeche, en donde año con año exhuman los restos de sus muertos para prepararlos para las fiestas de 1 y 2 de Noviembre, siendo esta una práctica habitual, en cambio, si se le llegara a invitar a participar en este evento a una persona de otro contexto cultural, muy probablemente se escandalice de lo ahí realizado y quizá hasta catalogaría al acto dentro del orden de lo perverso. Lo que quiero decir con esto, es que el aporte cultural dentro del diagnostico es una pieza importante que no puede dejar de observar el psicólogo clínico.

Un punto más en el que la cultura está generando transformaciones y cambios a la psicología clínica, es la presencia de la cultura de consumo la cual se está permeando a niveles insospechados y con ello, ha generado una demanda de estandarización para así lograr un sentido de pertenencia, con este hecho se está desencadenando en el individuo una demanda personal para “parecerse a, actuar como o  sentir de cierta forma” y, con ello el individuo está alcanzando niveles muy altos de infelicidad, estrés y ansiedad, pareciendo esto la receta perfecta para la “extinción del neurótico” y desencadenando patrones conductuales y orgánicos más propios de lo perverso, abriendo el camino a la subjetividad y con ello ampliando las categorías que manifiesta el DSM5. Esta realidad cultural representa un nuevo reto para la psicología clínica quien ahora requiere de mayor certeza en el diagnóstico y tratamiento y esto, sólo lo ha de lograr generando una red multidisciplinaria de apoyo en donde no debe perder de vista que el objetivo no es en sí mismo el diagnostico, sino el camino que éste guiará para el acercamiento, entendimiento y acompañamiento del paciente que sufre.

Referencias:

Butcher, J. N. Mineka, S. y Hooley, J. M. (2007). Psicología clínica (12a. ed.). Pearson Educación.

Echeburúa E,. Salaberria K. y Cruz-Sáenz M, (2014). Aportaciones y Limitaciones del DSM-5 desde la Psicología Clínica. Scielo.  https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-48082014000100007

Labrador J., F. y Crespo, M. (2015). Psicología clínica basada en la evidencia. Difusora Larousse – Ediciones Pirámide.

Diplomado en terapia infantil

Atenta invitación

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