En psicoterapia es frecuente encontrar a consultantes que llegan a la primera cita preguntando sobre pastillas o remedios que les ayuden a sentirse mejor y disminuyan los síntomas. Muchas veces se toman la atribución de autodiagnosticarse y automedicarse con la ayuda de internet. Estas conductas de riesgo vislumbran lo que permea en la actualidad, la medicación como una solución rápida y eficaz, aunque, no necesariamente eficiente.

Existen personas con malestares que se caracterizan por presentar síntomas físicos y psicológicos concretos.  Todos los síntomas tienen una raíz sobre la que hay que trabajar, y en ocasiones, se hace muy difícil abordar esta causa, ya que los propios síntomas, angustiantes e incapacitantes, reducen toda capacidad en la persona. En este caso se puede hacer uso del medicamento, prescrito por un médico o psiquiatra, para ayudar a disminuir la sintomatología, y lograr en la persona una estabilidad química y fisiológica que permitan comenzar a realizar un trabajo psicológico.

Hay casos donde no es necesario administrar medicamentos, por ejemplo, los trastornos del estado del ánimo como la depresión, y otros de tipo adaptativo, como problemas laborales o familiares, que pueden ser resueltos en psicoterapia sin necesidad de ingerir fármacos.  No obstante, los efectos inmediatos y superficiales de la medicación suelen ser peligrosos, ya que son eficaces, pues logran el efecto que se desea, sentirse bien casi de manera inmediata y sin mucho esfuerzo, pero, son poco eficientes porque no se utilizan los mejores medios posibles, lo que los convierte en una solución temporal y a corto plazo.

El objetivo de utilizar fármacos en un tratamiento psicoterapéutico es obtener una mayor relajación mental en la persona para que pueda hacerse cargo de su proceso terapéutico, y no el uso que se le da actualmente como un sustituto del proceso psicológico.

Cabe señalar que toda medicación que no se acompaña con psicoterapia está fungiendo como elemento mágico, ya que no se aborda el comportamiento desde la raíz sino desde la superficialidad, como un parche que cubre la herida temporalmente pero que no ayuda a sanarla.

Principalmente en la postmodernidad, se le ha dado un valor extra al uso de fármacos, no solo por las ganancias que representa en el mercado, sino por el fácil acceso y el efecto inmediato que causa, para las personas que no se dan el tiempo y ni el espacio para acudir al psicólogo esto resulta cómodo y eficaz.

Incluso, este uso inadecuado, puede ser un factor que retrase u obstaculice la asistencia a un espacio de ayuda psicológica. La sensación de alivio que se produce al iniciar un tratamiento farmacológico, para aquellos que se encuentran mal, puede significar que está todo resuelto y de manera inmediata suspendan el tratamiento psicológico, si es que había sido iniciado.

Sin embargo, como se mencionaba anteriormente, no siempre es necesario ingerir sustancias químicas, que en algunos casos producen dependencia, pues los procesos psicoterapéuticos profundos permiten contactar con el origen de los síntomas para hacerse cargo de ellos, y a través de la espontaneidad disminuyan, y no solo apaciguarlos mientras dura el efecto de las dosis.

Si se realiza un tratamiento farmacológico sin un proceso psicoterapéutico, es probable que el efecto de bienestar sea temporal y al interrumpir el tratamiento, los síntomas y el malestar aparezcan de nuevo. Por eso es necesaria la intervención psicológica. Porque el objetivo no es el alivio, sino hacerse cargo para encontrar el origen de los síntomas.