EL LENGUAJE DE LA PIEL

 

Por Valeria Domínguez

Por Valeria Domínguez

“Las tijeras del estuche de mi hermana menor, una cuchilla de afeitar de mi hermano mayor, un pedazo filoso de vidrio que quedó de la ventana rota, incluso un alfiler del kit de costura de mamá o el cutter de la caja de herramientas de papá… lo que elija, a sus ojos parecerá que son armas que busco que atenten contra mí, sin embargo, yo he encontrado en cada uno una herramienta para mal subsanar un dolor incontrolable que -de verdad- deseo que deje de existir”.

A veces, el dolor no se grita, llora ni confiesa. A veces el dolor se traza sobre la piel, abriendo caminos, dejando huellas imborrables, con un lenguaje aparte, ajeno, incongruente para aquellos que no lo hablan. Y es que las personas que nunca han experimentado la ambivalencia entre el dolor y el alivio creen que el cutting o autolesión es un intento de morir, cuando en realidad se trata de un mecanismo desesperado de seguir viviendo, la más angustiosa conciliación entre “mi dolor y mi calma” para volver a sentirse en control de uno mismo, representando un intento por manejar sentimientos caóticos como la ira, el odio o el sufrimiento emocional intenso, enviando el mensaje de decepción, abandono o abuso. (Taboada, 2007)

El cutting -y la persona que lo auto inflige- merece un análisis emocional, una comprensión simbólica, pero principalmente una mirada compasiva.

La marca

Las autolesiones, y en particular el cutting, han sido interpretadas por diversos autores como una estrategia de regulación emocional que permite a quienes la practican reducir estados de angustia, frustración, culpa y vergüenza, emociones que en muchos adolescentes resultan difíciles de afrontar, especialmente en contextos de trauma o situaciones de alta vulnerabilidad (Manca, 2011, citado por Rodríguez et al, 2021, pp. 8-10). Estas conductas, lejos de reflejar un deseo de morir, representan más bien un intento de calmar el dolor emocional a través del dolor físico, donde la sangre y las heridas actúan como una forma simbólica de recuperar el sentido de la propia existencia y afirmar la conexión con uno mismo (Acero, 2015; Manca, 2011, citados por Rodríguez et al, 2021, pp. 8-10).

El cutting también puede adquirir un carácter adictivo, ya que la repetición de la conducta proporciona alivio inmediato frente al malestar emocional, generando un ciclo difícil de romper (American Psychiatric Association, 2014, citada por Rodríguez et al, 2021, pp. 8-10). En algunos adolescentes, esta práctica no solo alivia, sino que también comunica —sin palabras— el sufrimiento y la necesidad de afecto, funcionando como un lenguaje construido en el contexto social juvenil (Mora, 2015, citado por Rodríguez et al, 2021, pp. 8-10).

Durante la adolescencia, una etapa de profundos cambios físicos, emocionales y sociales, la búsqueda de identidad y pertenencia, junto con creencias irracionales o pensamientos catastróficos, puede intensificar el sufrimiento, conduciendo a conductas autolesivas como forma de escape o autocastigo (Viejo & Ortega, 2015; Ellis, 1990; Zacarés et al., 2009, citados por Rodríguez et al, 2021, pp. 8-10). A pesar de que estas prácticas no suelen tener como objetivo la muerte, sí representan un grito silencioso de ayuda, una forma de canalizar emociones que desbordan y una llamada de atención que requiere un abordaje empático, especializado e integral por parte de las familias, profesionales y la sociedad (Villarroel et al., 2013; Simeon & Favazza, 2001, citados por Rodríguez et al, 2021, pp. 8-10).

Curando las heridas

Si bien no todas las personas son “el/la indicado” para abordar el tema cuando descubren a alguien cercano realizándose autolesiones (por falta de conocimiento o inexperiencia), siempre se puede tratar la situación con un mayor grado de empatía y comprensión que el que podríamos dar si no nos tomamos cinco minutos a reflexionar no sólo sobre el problema que la persona que se autolesiona pueda estar pasando, sino en cómo puede estarlo percibiendo.

Desde permitirles hablar y sentirse escuchados, hasta validar su perspectiva y sentimiento con respecto al problema que esté atravesando, pasando por un acto de suma compasión como el buscar tratar la herida física (si la persona se ha sentido validada, muy posiblemente accederá a esto), no con la desesperación de que deje de sangrar, sino con el pleno deseo de que la persona herida sienta nuestra humanidad y nuestra presencia. Es decir, sanar la herida no únicamente porque requiera primeros auxilios, sino porque reconocemos que la persona merece ser tratada con cuidado, respeto, reconocimiento y, principalmente, cariño.

 

 

 

 

 

 

 

 

Referencias

Rodríguez, P., López, J. & Marín, M. (2021). Manifestaciones cognitivas, emocionales y sociales presentes en los comportamientos autolesivos (cutting). Historia de vida. Tempus Psicológico4(2), 35-46.

Taboada, E. (2007). Autolesiones. Primera parte. Psiquiatría forense, sexología y praxis, 5 (3), p. 7. Recuperado de: https://www.autolesion.com/2010/06/26/autolesion-por-taboada-publicado-en-aap-asociacion-argentina-de-psiquiatras-y-en-la-revista-psiquiatria-forense-sexologia-y-praxis2007/

Diplomado en terapia infantil

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