Cartas a quien pretende enseñar  y Lecciones de maestros, dos perspectivas de la figura del maestro aplicables a la enseñanza actual.

Cartas a quien pretende enseñar y Lecciones de maestros, dos perspectivas de la figura del maestro aplicables a la enseñanza actual.

 

Por Lic. Miriam Esquivel Tinoco

 

Por Lic. Miriam Esquivel Tinoco

A lo largo de la historia la figura del maestro ha tenido muy diversos matices que van desde idolatrado, seguido y amado hasta sobajado, malentendido y odiado. Así puede verse en cualquier profesión nos dice George Steiner pues todas están regidas por un principio fundamental del ser humano: la vocación (Steiner, 2004).

Etimológicamente la palabra vocación proviene del latín vocatio, -ōnis ‘acción de llamar'(RAE, 2021). Esta llamada inicialmente se refería al ámbito religioso, pues se decía que los sacerdotes y cada uno de los miembros de la iglesia eran llamados por Dios para cumplir con alguna misión o mandamiento. Esta definición se fue transformando a lo largo del tiempo para identificar las habilidades y gustos que cada persona tiene desde el nacimiento o que se manifiesta a temprana edad hacia algún oficio o profesión.

Si no se tiene cuidado al escuchar este llamado o se le confunde, se corre el riesgo de arruinar la materia prima con la que se trabaja: el espíritu, la mente y la propia vocación de los alumnos. Al respecto Steiner nos menciona: “Millones de personas han matado las matemáticas, la poesía, el pensamiento lógico con una enseñanza muerta y la vengativa mediocridad, acaso subconsciente, de unos pedagogos frustrados” (Steiner, 2004: p. 26).

Esto no quiere decir que todo el panorama sea negativo en cuanto a la vocación de enseñar se refiere, también existen “Los buenos profesores, los que prenden fuego en las almas nacientes de sus alumnos, son tal vez más escasos que los artistas virtuosos o los sabios” (Steiner, 2004: p. 30).

Paulo Freire quien después de dar clases a nivel universitario, se propuso alfabetizar a los adultos campesinos de la región nordeste de Brasil. Introdujo un nuevo modo de enseñar: político pero a la vez humano, perspectiva que lo llevó a desarrollar su “Pedagogía del oprimido”.

Dicha pedagogía consiste en enseñar mediante los elementos de la vida cotidiana, para llegar a un uso práctico y significativo para no solamente enseñar lo considerado “culto” por el deber ser. Busca encontrar una identidad nacional para lograr, en algún momento, transformar la sociedad desde su punto más “débil”: las clases socioeconómicas más bajas, promoviendo modos más prácticos y menos autoritarios para llegar a estos fines.

En una de sus clases para adultos, Freiré propone un juego a sus alumnos que se discriminaban entre ellos por considerarse saber menos o nada, como ellos mismos decían y se limitaban a pensar que nunca sabrían tanto como el profesor por el simple hecho de no haber asistido en su infancia o juventud a la escuela. Freiré dividió el pizarrón en dos, de un lado colocaría los goles que sus alumnos metieran por saber algo que él ignoraba y del otro lado a la inversa. Tras un empate eminente, demostró que saber no sólo está relacionado con los conocimientos  que obtenemos en la escuela, también los que adquirimos en la vida diaria y que no por ello debemos considerarlos de menor calidad.

En otra ocasión, ya trabajando con niños de una comunidad de similares características notó que era socialmente aceptado golpear, castigar y apartar a los niños conflictivos en vez de la propuesta de nuestro autor de enseñarles pacientemente y no reprenderles con castigos severos.

La madre de un niño de diez años le agradece mucho haberle propuesto la práctica de castigos no severos para mostrar a su hijo la existencia de derechos y deberes. Con esto consiguió no sólo que la madre ya no lo golpeara y amarrara a su hijo a un árbol, también logró que otros padres se convencieran de que maltratar y regañar no es la única opción para hacerse entender, o para pretender enseñar.

Freiré nos propone la enseñanza crítica, que no sólo se quede en la imposición de temas por parte de un profesor hacia sus alumnos, sino que los estudiantes manejen los temas y sepan exteriorizar su opinión al respecto, de modo que la enseñanza no sólo sea una “transmisión del conocimiento acumulado” (Freire. 2008: p.2) o una transferencia de objetos o contenidos.

Es difícil romper con la jerarquía que, a pesar de los avances pedagógicos predomina en la mayoría de los niveles educativos, pues para un maestro es a veces complicado identificar las cosas que puede o que debe hacer y diferenciarlas de las que no, en palabras de George Steiner “El ámbito del alma tiene sus vampiros” (Steiner, 2004: p.11)

Muy al contrario de lo que Freire propone, Steiner explica que a modo de aquellos oscuros seres, un maestro puede convertir a sus alumnos succionando su conocimiento para transferirles el suyo, haciéndolos revivir a su imagen y semejanza. Estos llamados maestros-vampiro afortunadamente existen cada vez menos, pero podemos aún tener la infortuna de encontrarlos en nuestro camino en diferentes niveles educativos.

Regresamos al ejemplo de la madre que aprendió a no castigar a su hijo tan severamente. Cuando ella comprendió que toda la enseñanza requiere un matiz ente lo bueno y lo malo para no cargar de un solo lado todo, encontró que tanto para ella como para su hijo la convivencia se hizo más fluida y agradable. ¡Claro! A esto llegamos poco a poco, no se puede cambiar súbitamente y pretender que si el cambio no se hace de manera inmediata no existe, se debe tener paciencia.

Es natural en el ser humano sentir desesperación o enojo cuando lo que tratamos de decir no es comprendido por otros y por lo tanto no se llega a compartir ese conocimiento, pero es importante tomar en cuenta que los individuos no somos iguales en ningún sentido. Todos tenemos una historia de vida única que nos ha formado y delimita lo que somos en el presente.

Parte fundamental de nuestra historia de vida es la sociedad en la que nos desarrollamos. Conocemos cosas pero no siempre son aceptadas como un saber y eso es discriminante en palabras de Freire (2008). Para evitar que dicha discriminación nos afecte, debemos estar seguros de lo que sabemos y mostrarle a los demás esa seguridad. Freire da este consejo a los profesores primerizos y es que menciona que algunos demuestran su falta de experiencia con agresividad y esto muy contrariamente a mostrar a los alumnos una fortaleza, es interpretado como el reflejo de su inseguridad. Si un profesor es hostil con sus alumnos, los alumnos serán hostiles con él, sin embargo, no debemos caer en el malentendido de que el profesor no deba mostrar cierta autoridad, pues también eso perjudica su credibilidad y el respeto de sus alumnos. Lo importante es que él mismo acepte sus deficiencias como primer paso para superarlas.

Es así como llegamos a un método propio de enseñar, analizando nuestras propias debilidades no con el fin de evidenciarnos sino reconocerlas y superarlas pues finalmente aprender a enseñar no es cosa sencilla y espontánea, se debe trabajar todos los días para conseguirla. Para ello es importante conocer también la opinión de otros para poder observar desde otra mirada.

Freire nos cuenta su experiencia en una reunión con los padres de sus alumnos en grados escolares tempranos. Muchos tenían quejas y pedían que se hiciera sólo lo que ellos consideraban mejor para sus hijos o para su beneficio personal. En ese momento nuestro autor comprendió que es bueno tomar las opiniones pero no seguirlas al pie de la letra.

Steiner nos comparte un panorama muy amplio de las diversas figuras de los maestros a lo largo de la historia y la cultura y dentro de estas descripciones, Freire puede considerarse un ejemplo de un buen profesor que se apasiona en su vocación y transmite ese gusto. A través de su experiencia podemos contemplar otra mirada y aprender que enseñar no sólo es una construcción unidireccional e inflexible, sino un camino humilde que puede tener muy diversos orígenes y destinos.

Cartas a quien pretende enseñar (Freire, 2008) nos muestra en diez capítulos, los problemas más comunes que se presentan al momento de dar una clase, describiendo con experiencia empírica cómo se superan las dificultades de un modo creativo, por lo que es un texto muy recomendable para todos aquellos que tengan la vocación de enseñar.

Referencias:

Freire, P. (2008). Cartas a quien pretende enseñar. Argentina, Siglo XXI editores.

Real Academia Española (2021). Vocación. En Diccionario de la Lengua Española.  Recuperado de: https://dle.rae.es/vocaci%C3%B3n

Steiner, G. (2004). Lecciones de maestros. México, Fondo de Cultura Económica.

Diplomado en terapia infantil

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