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LA PSICOLOGÍA POSITIVA: SU RELACIÓN CON LA SALUD Y EL BIENESTAR

 

Por SÁNCHEZ RODRÍGUEZ AZUCENA ABIGAIL

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Por SÁNCHEZ RODRÍGUEZ AZUCENA ABIGAIL

La psicología positiva ha tenido un importante desarrollo en las últimas décadas y hay antecedentes de estudios de aspectos positivos desde mediados del siglo pasado, pero no es hasta los años 90 cuando se observa su desarrollo.

Inicialmente propuso cambiar la visión tradicional de tratamiento y curación hacia la de salud y bienestar, y actualmente su estudio se dirige hacia el funcionamiento humano óptimo a partir de fortalezas, virtudes, condiciones y procesos para identificar y promover los factores que permitan prosperar a las personas y comunidades, lo cual implica no solo un enfoque individual, sino la ampliación del estudio y las intervenciones a las comunidades.

Los principales elementos de la psicología positiva son las virtudes, fortalezas y temas situacionales. Su estudio se ha vinculado en diversas investigaciones con la salud y el bienestar, encontrando aportes significativos con indicadores de salud y evaluaciones del bienestar. Sin embargo, también hay resultados con grupos particulares, en los cuales se indican que las fortalezas no están siempre asociadas con el bienestar. Se destaca la importancia del estudio de los aspectos positivos del contexto, en donde se considera el equilibrio entre elementos positivos y negativos y el contar con conocimientos teóricos suficientes para el análisis los resultados.

La psicología positiva se basa en estudios empíricos y en el método científico para estudiar y comprender los fenómenos psicológicos considerados positivos: las experiencias subjetivas individuales (en el pasado, presente y futuro), las características personales y las instituciones, que promueven tanto las experiencias como las características (Peterson y Seligman 2004; Seligman y Csikszentmihalyi, 2000). Es el estudio científico del funcionamiento humano a partir de fortalezas y virtudes, lo que permite identificar y promover los factores de prosperidad de las personas y comunidades. Ello implica no solo un enfoque individual, sino la ampliación del estudio y las intervenciones a las comunidades, lo cual no significa que ignora o niega los aspectos negativos; al contrario, lo que propone es que los seres humanos experimentan situaciones positivas y negativas y que existe un balance vital entre las debilidades, las fortalezas y el ambiente (Aspinwall y Staudinger, 2002; Peterson y Seligman, 2004; Ironson y Powell, 2005).

Las personas acentúan lo positivo en la vida al enfrentarse con situaciones negativas, y esto no es ignorar los aspectos negativos reales. Ante la necesidad de establecer un vocabulario común para el estudio de los aspectos positivos, Peterson y Seligman (2004) han desarrollado junto con un grupo de colaboradores, un esquema de clasificación que facilite dicho estudio. Retomaron la propuesta de clasificación del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), para elaborar un manual de psicología positiva que incluyera virtudes, fortalezas y talentos y el estudio y evaluación de los aspectos positivos, con una postura vertical que permite especificar diferentes niveles conceptuales como parte de una jerarquía. Desde la psicología positiva se proponen tres niveles conceptuales: Virtudes, fortalezas y temas situacionales.

Las virtudes son las características principales, pues han sido consideradas valiosas por filósofos y pensadores religiosos o espirituales. Seis son las virtudes que se han establecido como universales para esta clasificación: Sabiduría, valor, humanidad, justicia, moderación y trascendencia (Park, Peterson y Seligman, 2004). Las fortalezas del carácter son los aspectos psicológicos de las virtudes, considerados procesos o mecanismos que definen a las virtudes. Son los caminos por los cuales se expresa una u otra virtud. Una virtud puede manifestarse por medio de diversas fortalezas; todas ellas incluyen la adquisición y uso de conocimiento, pero son diferentes entre sí.

En esta clasificación se incluyen 24 fortalezas, que se distribuyen en familias por virtudes (Peterson y Seligman, 2004). Estas fortalezas favorecen el crecimiento humano y constituyen el principio fundamental de la condición humana; algunas de ellas han sido consideradas como rasgos y se han medido en diferentes etapas de la vida para identificar su desarrollo a lo largo de la misma (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000).

La psicología positiva ha facilitado el estudio de aspectos a los cuales se les había prestado poca atención, como las experiencias subjetivas y las emociones positivas y ha permitido destacar la salud y el bienestar sobre el modelo tradicional de curación. Sin embargo, no es posible considerar solo estos aspectos positivos para estudiar el bienestar. Es necesario identificar sus características, estudiarlos y analizarlos en el contexto, ya que es el balance entre los aspectos negativos y positivos (en esta relación), lo que permite proponer un modelo de atención a la salud (Aspinwall y Staudinger, 2002; Peterson y Seligman, 2004). El modelo tradicional ha contribuido a ampliar el conocimiento para el tratamiento de las patologías y a reducir el malestar que afecta a diversos grupos. Retomando las experiencias en este campo, es posible reconocer las aportaciones de la psicología positiva y enfatizar la importancia de la preparación teórica, del contexto específico en el cual se estudian, de las características de la población y de la metodología para su estudio.

Todos estos elementos son fundamentales para poder realizar un análisis crítico de las aportaciones y limitaciones de la psicología positiva, teniendo en cuenta que, aunque se ha marcado la posibilidad de generar intervenciones desde una perspectiva de prevención, es indispensable tener el sustento teórico y empírico para poder hacerlo de tal manera que incidan efectivamente en el bienestar de las personas a largo plazo.

Diversos autores han propuesto que la psicología no es positiva ni negativa y que más que un adjetivo que posicione una por encima de otra, la psicología es una y tiene como objetivo estudiar y mejorar la vida de las personas y las condiciones de las instituciones y de las comunidades (Costa y López, 2008; McNulty y Fincham, 2011).

De tal forma, el estudio de los aspectos positivos es fundamental, partiendo de los hallazgos en grupos sanos (es decir, que inicialmente no tienen afectaciones en su funcionamiento cotidiano) y extendiendo tal estudio a grupos con características particulares para identificar el comportamiento de los aspectos positivos en ellos y las diferencias en el diseño de intervenciones adecuadas a sus necesidades y características. En este sentido, es importante reconocer estas diferencias para retomar en su justa dimensión, los resultados y el alcance de los mismos, lo cual permitirá incrementar el conocimiento de estos fenómenos y realizar intervenciones efectivas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

REFERENCIAS

 Ardelt, M. (2003). Effects of Religion and Purpose in Life on Elders’ Subjective Well-Being and Attitudes toward Death. Journal of Religious Gerontology, 14(4), 55-77. Recuperado de http://www.clas. ufl.edu/users/ardelt/Effects%20of%20 Religion%20and%20Purpose%20in%20 Life.pdf.

Aspinwall, L. G. y Staudinger, U. M. (2002). A psychology of Human Strengths: Some. Central Issues of an Emerging Fields. En L. G. Aspinwall y U. M. A.

Staudinger (Eds.), Psychology of Human Strengths. Fundamental Questions and Future Directions for a Positive Psychology (pp. 9-22). Washington, D. C, EE. UU.: American Psychological Association.

Bailly, N. y Roussiau N. (2010). The Daily Spiritual Experience Scale (DSES): Validation of the Short Form in an Elderly French Population. Canadian Journal of Aging, 29 (2), 223-231. doi:10.1017/ S0714980810000152.

Burns, G. W. (2010). Now I Can Get on with Life. Pleasure, Engagement, and Meaning in a Case of Major Depression. En G. W. Burns (Ed.), Happiness, Healing, Enhancement. your Casebook Collection for Applying Positive Psychology in Therapy (pp. 127-138). Hobokenn NJ, EE. UU.: John Wiley.

Cohen, S. y Pressman, S. D. (2006). Positive Affect and Health. Current Directions in Psychological Science, 15(3), 122-125. doi:10.1111/j.0963-7214.2006.00420.x.

Collins, A. L., Goldman, N. y Rodríguez, G. (2008). Is Positive well-being protective of mobility limitations among older adults? Journal of Gerontology: Psychological Sciences, 63, 321-327. Oxford, Inglaterra.

 Costa, M. y López, E. (2008). La perspectiva de la potenciación en la intervención psicológica (2ª ed.). En C. Vázquez, y G. Hervás. (Eds.), Psicología positiva aplicada, (pp. 75-100). Sevilla, España: Desclee de Brouwer. Davis, B. (2005). Mediators of the Relationship between Hope and Wellbeing in Older Adults. Clinical Nursing Research, 14(3), 253-272. University of Pennsylvania, School of Nursing, USA.

Diplomado en terapia infantil

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