El matemático y filósofo Pitágoras afirmó hace más de 2500 años “Educad a los niños y no tendréis que castigar a los hombres”, sin embargo, pareciera que su interpretación no queda totalmente clara, toda vez que se confunde el significado de la palabra educar con castigar o su opuesto que sería consentir; no obstante, la educación no se refiere sólo a la adquisición de conocimientos, entraña también adquisición de habilidades, valores, conductas que se adquieren, no sólo a través de la palabra, sino que está presentes en toda y cada una de las acciones, que realizan las figuras parentales que están a cargo del infante desde el momento mismo de nacer; y del modo en que se dé dicha educación el niño comenzará a adquirir estrategias de comportamiento que tendrán repercusiones positivas o negativas en su interacción con los otros, y en medida de que se repitan dichas estrategias se convertirán en rasgos de personalidad que bien pueden ser funcionales o comenzarán a distorsionarse para convertirse finalmente en trastornos.
Con respecto a lo anterior, García A. (1997) en González (2017) refiere que, cuando los cuidadores del niño se percatan de una conducta anormal en el infante, deciden llevarlo a consulta, para “curarlo”. Cabe destacar que es importante determinar si los datos que aportan los padres son efectivamente anómalos, o si son opiniones propias en cuanto a su modo de estimar el concepto de normalidad (Jiménez, 1985 en González (2017).
Por consiguiente, Roca M. (1998) en González (2017) señala que, por lo general el acercamiento a la psicoterapia es por una conducta molesta de parte del niño y no por la problemática de fondo que genera la conducta; el autor antes mencionado, señala que, cuando los padres acuden a consulta en busca de orientación acerca de situaciones asociadas a crisis del desarrollo psicológico, para la eliminación de sus culpas respecto al “problema del niño”, o porque no saben cómo enfrentarse a nuevas dificultades. Es en este momento cuando se busca una alianza terapéutica basada en una educación a los padres para que puedan no solo entender al pequeño, sino también a entenderse y no culpabilizarse o angustiarse de manera innecesaria” (Lucio y Heredia, 2014 en González 2017).
Es por este motivo que se cita de nuevo la frase “Educad a los niños y no tendréis que castigar a los hombres”, porque también pudiera tener una mejor aplicación en la psicoterapia, cuando se piensa en orientar a los adultos que tienen a cargo la crianza de los niños para que puedan ser un apoyo efectivo dentro de una educación ideal, para que en un futuro no exista la necesidad de castigos, ni culpas, no sólo en los niños si no también en los hombres.
Por otra parte si bien es cierto que hay una fuerte demanda de consulta tanto psicológica como psiquiátrica en los diversos centros de salud mental para atender a la población infantil por trastornos mentales sin especificación, problemas de adaptación, por hiperactividad, estrés infantil, y trastornos disociales (Lucio y Heredia,(2014) en González (2017)), atribuibles a estrategias desarrolladas en la interacción con el contexto donde se desenvuelve el niño; también es cierto que existen trastornos que implican daños de tipo biológico que también requiere de una intervención efectiva por parte del psicoterapeuta infantil.
Para esto, Roca (1998) en González (2017), advierte que, para que el psicólogo infantil haga un abordaje efectivo debe tener claro el enfoque psicoterapéutico que más le agrade, tener claro un marco teórico efectivo para que pueda identificar en qué etapa de desarrollo se encuentra el niño, también deberá contar con técnicas, métodos e instrumentos acordes a la psiquis infantil, además de una profunda empatía por los niños y su mundo, así como poseer un don especial para motivarlos, junto con un aguzado sentido de observación para identificar las diversas influencias en la relación parental, ambiental y escolar.
De igual manera García (2013) en González (2017) subraya que, la primera característica a destacar en la psicoterapia infantil es la necesidad de pensar en el niño como una personalidad en formación, por ende, se debe evitar hablar de “enfermedad” o de una “cura”, sino de señales de desviación del desarrollo, en su búsqueda del equilibrio con un entorno percibido como hostil.
En conclusión, para ser un psicoterapeuta infantil debiera ser requisito indispensable un genuino interés por la población infantil, así como tener las herramientas necesarias para poder brindar una asesoría efectiva a los cuidadores encaminada a disminuir posibles errores en la crianza, sin dejar de lado el conocimiento de técnicas que ayuden a modificar las estrategias de interacción negativas que ha adquirido el infante.
Referencias
González, O. (2017). Psicoterapia infantil: elementos distintivos y propuesta de intervención. Alternativas en piscología. Vol. 37. México
https://www.etapainfantil.com/educad-ninos-no-sera-necesario-castigar-hombres Publicado el 16 – 04- 2014. Recuperado 11-07-2019.
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