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La formación y la función Parental

 

Por Patricia Marsela Ramírez Aguilar

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Por Patricia Marsela Ramírez Aguilar

Desde el momento en que una pareja decide tener un hijo, o son sorprendidos por el embarazo, los futuros padres inician una transformación psicológica encaminada al cuidado y protección de su futuro hijo.

Al inicio del matrimonio, la pareja debe acomodarse mutuamente en un gran numero de pequeñas rutinas (trabajo, deberes y ocios), durante este proceso desarrollan una serie de transacciones invisibles de demandas complementarias que regulan la vida familiar. Con el nacimiento de un hijo la organización familiar da un cambio radical, ahora la pareja deben reajustarse para enfrentar los requerimientos del bebé,  que son atención cuidado y aliento, por lo que aparece un nuevo grupo de subsistemas, en el que el hijo y los padres tienen diferentes funciones, durante este periodo se hace una renegociación  familiar en su conjunto, ya sea fortaleciendo la frontera alrededor de la familia  nuclear o permitiendo que los elementos extra familiares (abuelos, tíos, etc.) que pueden incorporarse para apoyar, orientar u organizar las nuevas funciones en la familia ( Minuchin, 1979).

Esta transición a la paternidad (varón) y maternidad (mujer) exige numerosas adaptaciones y ajustes en su vida, que incluye modificaciones en su identidad, estilo de vida, de roles, de relación en el matrimonio y con la familia. Generalmente las mujeres se van encaminando a ser más cuidadosas y protectoras del nuevo ser, mientras que los hombres se esfuerzan por ser mejores proveedores (Craig y Baucum, 2001).

El sentimiento de paternidad está relacionado con la fundación de un hogar, con el equilibrio de la familia, con el deseo de descubrir la vida, la responsabilidad frente a la vida de otro, en ayudar a un niño a convertirse en adulto. La paternidad es una autosugestión permanente con una intensa responsabilidad, mucho gozo y amor para dar y un sentimiento de plenitud. Además, es una afirmación de la propia persona, ya que al ser padre se produce una prolongación de la vida, se deja huella después de la muerte, de alguna manera se sobrevive. Tanto en hombres como en mujeres la realización y la expansión como seres humanos puede incluir el embarazo, el parto, la lactancia y los cuidados de su hijo (Kelen, 1988).

Oiberman y Mercado (2009), señalan que ser madre o padre, no significa tener un hijo, ya que son situaciones distintas, la primera es un hecho biológico, mientras que la segunda dependerá del desarrollo de una actitud adecuada para criar al hijo, lo que le transformará en un padre o una madre. Esta disposición para el cuidado y nutrición del hijo, tanto en el sentido físico como en el psicológico puede estar presente en cualquier persona (no necesariamente en los padres biológicos) y asumir el compromiso con el niño, lo que los psicólogos han llamado actitud parental.

La parentalidad o actitud parental permite que los padres comprendan cuales son las necesidades del bebé y como tratarlo adecuadamente, desarrollando la capacidad de ponerse en el lugar, adivinar sus necesidades, cuidar, estimular y calmar al pequeño, proveerlo de amor, tenerle paciencia, manteniendo una disposición de aprendizaje para saber que hacer con un bebé.

Craig y Baucum (2001), refieren que en la formación de la paternidad o maternidad se identifican seis etapas:

*Primera. La formación de la imagen (como proyectan o imaginan que serán y actuarán en su rol de padre o madre, como imaginan su familia, número de hijos), que abarca de la concepción al nacimiento.

*Segunda. Etapa de crianza, se desarrollan los apegos de los progenitores al hijo, procurando su cuidado y desarrollo, y va desde el nacimiento a los dos años.

*Tercera. Etapa de la autoridad, se establecen las formas de corrección para la conducta de los hijos, ocurre entre los dos y los cinco años.

*Cuarta. Etapa interpretativa, se direcciona o revaloriza la idea de los padres sobre sí mismos y sobre su hijo, acontece durante la niñez media.

*Quinta. Interdependencia, la relación de autoridad con el hijo se redefine y ocurre durante la adolescencia.

*Sexta. Etapa de partida, con la autonomía el hijo deja de ser responsabilidad de los padres.

La adquisición de las competencias parentales es el resultado de procesos complejos donde se mezclan las posibilidades personales innatas, marcadas por factores hereditarios, con los procesos de aprendizaje, que están influenciados por la cultura y la historia de vida de los padres, sobre todo durante la infancia y adolescencia. La parentalidad competente es una tarea delicada y compleja, fundamental en la preservación de la especie e implica poder satisfacer las múltiples necesidades de los hijos como: alimentación, cuidados corporales, protección, necesidades cognitivas, emocionales, socioculturales, etc., pero como éstas necesidades son evolutivas, los padres deben poseer una plasticidad estructural que les permita adaptarse a los cambios de las necesidades de sus hijos en cada etapa de su vida (Barudy y Dantagnan, 2005).

Durante el desarrollo del niño existen dos factores que ineludiblemente están vinculados, los biológicos o heredados y los de crianza que se refiere a la socialización y aculturación del individuo y es mediante estos procesos que se desarrollan los vínculos entre el bebé, sus padres y algunos otros familiares cercanos.

Referencias:

Barudy, J. y Dantagnan, M. (2005). Los buenos tratos a la infancia, parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona: Gedisa.

Craig, G. y Baucum, D. (2001). Desarrollo psicológico. México: Pearson.

Kelen, J. (1988). El nuevo padre, un modelo distinto de paternidad. México: Grijalbo.

Minuchin, S. (1979). Familias y terapia familiar. Barcelona: Gedisa.

Oiberman, A. y Mercado, A. (2009). Nacer, jugar y pensar, guía para acompañar a los bebés. Buenos Aires: Lugar.

Diplomado en terapia infantil

Atenta invitación

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