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¿Estás seguro de que es miedo?

LA ANSIEDAD EN LOS MÁS PEQUES.

Lic. en Psic. Nury Alejandra Margarita Maldonado Téllez

Resumen

El siguiente texto aborda las características de diferenciación para distinguir el   trastorno de Ansiedad, un trastorno de internalización que en su mayoría se confunde con miedos, por los diversos síntomas que en sus manifestaciones cognitivas, conductuales, somáticas y psicosociales presenta.

Palabras clave: Ansiedad, niños, miedo, angustia, estrés, normalidad, patología, manifestaciones.

Introducción

La llegada de un nuevo integrante a la familia, es decir un recién nacido, no solo trae consigo la oleada de emociones positivas y el deseo de vivir nuevas experiencias, sino que, a su paso, se van descubriendo aspectos, que ya sea para los padres primerizos, como para los que ya han experimentado ese camino, aspectos que de alguna forma preocupan y generan emociones confusas, como la detección de conductas que afecten al niño. Aunque no todas las problemáticas son difíciles de observar, es decir hay conductas que son posibles de distinguir, ejemplo: un pequeño llorando, donde se sabe que no ha comido, se atiende y soluciona el conflicto; otro ejemplo, cuando mamá o papá, dejan por un lapso al niño de 3 años, este llorará y los llamará para que regresen o saldrá a buscarlos hasta encontrarlos, y al momento de tenerlos cerca, deja de manifestar esta conducta.

Regularmente se coloca mayor énfasis en las conductas que son fáciles de identificar, para distinguir alguna enfermedad, es decir, algún trastorno de externalización; no obstante, es importante mencionar que hay algunos síntomas que son confusos y las conductas difíciles de comprender, sumando que quien lo padece son niños; y en caso de no atenderlas se siguen repitiendo.

Desarrollo

Pero ¿qué sucede cuando estas situaciones se vuelven repetitivas, y no se atienden? Los niños pueden manifestar de forma interna las emociones generadas por dichas situaciones, como las preocupaciones, el dolor interno, las dudas, distorsiones cognitivas; volviéndolos cada vez menos comprensibles para los padres, la familia, y los docentes; e incluso tergiversando y generando también la subestimación de la gravedad.

Para comprender mejor estas situaciones, es necesario hacer la diferencia de cada uno de los apartados que pudiesen distorsionar la comprensión y la identificación de los aspectos específicos.

La Angustia es una emoción que como principal característica se basa en el ser displacentera, sus signos somáticos se encuentran en el área de la boca, la sensación de sentirse asfixiado, estrangulado, dificultades respiratorias, cardiacas, taquicardias, del tono muscular, temblores, sequedad en la boca, sensaciones de frio y calor; muchas veces los niños, no pueden expresar claramente lo que les acontece, porque no conocen realmente lo que sucede, en ese momento solo conocen un dolor inexplicable en el pecho, haciendo referencia como “nudo en la garganta” y respirando de forma irregular.

El miedo se trata de un fenómeno psicológico normal, por lo que es un estado consciente, en el cual se tiene el estimulo real o irreal, buscando dar una respuesta lógica al miedo; ejemplo, un pequeño de 4 años que tiene temor de un monstruo en el closet, se cubre detrás de sus padres por protección; y es hasta que desaparece el estimulo que deja ese estado.

Miedos normales durante la niñez según Morris y Kratochwill (1991, en Solloa, 2009):

  • 0-6 meses: Perder apoyo, ruidos fuertes.
  • 7-12 meses: Miedo a los extraños, miedo a estímulos repentinos, inesperados y a los objetos amenazantes.
  • 1 año: Separación de los padres, al baño, a las heridas, y a los extraños.
  • 2 años: Una multitud de miedos incluyendo los ruidos fuertes (alarmas de sirenas, camiones, rayos), a animales (ejemplo: perros grandes), a cuartos oscuros, a la separación de los padres, a maquinas u objetos grandes y a cambiar de ambientes.
  • 3 años: Máscaras, oscuridad, animales, separación de padres.
  • 4 años: Separación de los padres, animales, oscuridad, ruidos (en el día y en la noche).
  • 5 años: Animales, “gente mala”, oscuridad, separación de los padres y al daño corporal.
  • 6 años: Hechos sobrenaturales (fantasmas, brujas, demonios), heridas corporales, rayos, oscuridad, dormir o estar solos y la separación de los padres.
  • 7-8 años: Hechos sobrenaturales, oscuridad, miedos basados en los eventos del medio (robos, asaltos), estar solos y las heridas corporales.
  • 9-12 años: Exámenes y pruebas en la escuela, la ejecución académica, la apariencia física, rayos, la muerte, y a la oscuridad (en un leve porcentaje).

El estrés es una respuesta a la movilización de diversos factores externos o internos, sociales o físicos, que provocan una amenaza, y en este caso, el niño buscará de forma natural afrontarla y así disminuir la ansiedad; pero no obstante, cuando no se domino la problemática y la respuesta social esperada ha fallado, ocasiona un desequilibrio en el niño, por las presiones extras, generando mayor ansiedad que la que generó al momento de enfrentar la primera, convirtiendo esta situación en su segunda y más poderosa amenaza. El estrés terminará cuando se sienta satisfecho al concluir con la culminación de la amenaza y que la respuesta ambiental, primordialmente los padres, sea óptima.

La Ansiedad por su parte, habla de una vivencia displacentera, donde, como refiere Tallaferro (1992) existe un fenómeno afectivo intenso, pero difusa. Es un estado semejante a la espera de cierto peligro y al mismo tiempo de una pronta respuesta mental, sin embargo, la ansiedad es irracional. El niño se prepara para una situación regularmente negativa que pudiese nunca llegar, desgastándolo física y psicológicamente. Sus manifestaciones somáticas son opresión en el pecho, sudación, taquicardia, piloerección, hiperventilación, o hipertensión; el dolor de cabeza y dolor estomacal llegan después mantener los primeros síntomas por bastante tiempo. Las manifestaciones cognitivas son sobre fantasía, ideas o aprensiones de lo que puede suceder o aconteció en el pasado; sus manifestaciones conductuales pueden ser inquietud, distractibilidad, inhibición y aislamiento. Los pequeños pueden ser malinterpretados con un malestar físico y ser medicados. Es necesario acercarse a ellos y paso a paso hablar sobre lo ocurre, ayudando a expresar cada una de sus emociones.

¿Por qué algunos niños pueden superar este estado, y otros no? Esto se debe a la interpretación de cada uno de los aspectos anteriores, es decir, la diferenciación, reconocimiento y uso; ya que los niños que conocen la angustia y aprender a usarla en beneficio, podrán expresar hablando lo que les genera la espera de una situación negativa, refiriendo a “desatar el nudo en la garganta”, siendo una fuerza del yo, que busca movilizar todo a su alrededor para no guardarla y volverla traumática.

Al reconocer el miedo, sabrán que esta situación negativa, así como llegue, se tendrá que ir; por lo que será momentáneo y no se quedará si hace uso de la angustia. En caso de que llegue lo esperado, pondrá bastante esfuerzo en terminar con la amenaza y el estrés de enfrentarlo terminará.

La diferencia ocurre en el manejo de sus propios recursos como niños, de forma intelectual, en resolución de problemas, razonamiento lógico, y la forma de afrontar cada situación; y sobre todo en la capacidad de diferenciar entre lo que es posible que suceda (lo real) y lo que no podrá suceder (lo irreal); aquí es donde entra en juego la palabra miedo. Los padres juegan el rol más importante ayudar a la potencialización de los recursos del niño, y al intentar dejar correr al natural las situaciones generadoras del miedo, y no provocarlas; se busca se les explique que es, como se maneja y como se diferencia; ya que cuando se sobrepasa este apartado, pudiesen comenzar las primeras manifestaciones de la Ansiedad.

  • Manifestaciones cognitivas: Fobias (miedos irracionales a objetos), Obsesiones (pensamientos o comportamientos que obliguen al niño a crear que de esta forma evitara la ansiedad).
  • Manifestaciones conductuales:  Ansiedad y cólera (refiriendo a la separación de sus padres o rechazo en conjunto con la cólera, que es la expresión de la angustia de forma explosiva, y que después de efectuarla, llega la culpa para el niño, y la molestia para los padres), Agitación motriz (inquietud desordenada, ganas del pequeño de luchar, combatir, no puede contenerlas, generando movimiento enérgicos, para después tranquilizarse con ayuda de un adulto, buscando eliminar la culpa), Hiperactividad e inatención (fuga de ideas, poca concentración, pasa de una actividad a otra, realiza gestos impulsivos, en esta aparte las personas que se encuentran alrededor perciben los síntomas, generando un ambiente de malestar), Aspectos psicomotores de la ansiedad (temblor, risas, llantos), Tics.
  • Manifestaciones somáticas: Trastornos del sueño (terrores nocturnos, pesadillas, insomnio), Enuresis y encopresis y Síntomas hipocondriacos (temores sobre su propio cuerpo).
  • Manifestaciones psicosociales: Inhibición (lenguaje, baja la voz, mínima actividad gestual y corporal), Conductas de evitación (negativismo), y Dependencia ansiosa.

Conclusiones

Los padres adquieren cierta responsabilidad sobre como sobrellevar algunos aspectos de la vida cotidiana y transmitirla a sus hijos durante la infancia. El reconocer en este caso los generadores de conductas que son de carácter interno, pueden generar mayor estabilidad en diversos ámbitos a futuro para un pequeño, sobre todo si se acompaña de sus padres, ya que le brindan mejor capacidad para la exploración y adherencia de recursos propios del infante, y de esta forma ayudar a que estas conductas puedan minimizar; sin embargo, cuando ya están presentes los síntomas  es necesario hacer la diferencia de estos, y acudir con un especialista para hacer una valoración y diagnóstico, y por ende llevar un tratamiento.

Referencias

 

García, L. M. (2009). Los trastornos Psicológicos en el niño. Etiología, características, diagnóstico y tratamiento. México: Trillas.

Tallaferro, A. (1992). Curso básico de psicoanálisis. México: Paidós.E

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