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EL JUEGO Y LOS PADRES COMO ELEMENTOS SINGULARES Y ESENCIALES EN LA TERAPIA CON NIÑOS

Maribel Rojas Arellano

Al realizar una intervención con niños, es importante considerar de primera instancia dos aspectos: el apoyo de los padres o tutores y la dinámica abordada para un adecuado manejo de la situación o situaciones a tratar en el niño, como lo es el  juego.

Al hablar de niños y de su desarrollo, invariablemente se hablará de los padres, o adultos cuidadores y encargados de la crianza de éstos. Siendo necesario enfatizar en este punto, retomo de la literatura donde dice que: “el comportamiento del niño, está determinado por los vínculos afectivos e interacciónales que construye con los padres, o bien, con aquellas personas que están a su cuidado; y esa forma de vinculación, si es adecuada, será la que le brinde al niño o niña, la seguridad emocional y así mismo, fomente su socialización y una vez que llegue a la adolescencia, los cambios que experimente en esa área afectiva, se verán mediados y le ayudarán a desarrollar su identidad” (Barreiro, 2004). Sin embargo, si durante el periodo de transición de la niñez a la adultez, no cuenta con el apoyo y los vínculos necesarios, pueden generarse problemas psicológicos de gran relevancia.

Hay que mencionar también que ante el desconocimiento y falta de experiencia de los padres entre lo que es común y lo que no, toman como guía sus propias expectativas sobre sus hijos, por lo que, cuando las conductas que éstos presentan no son las esperadas, empiezan a surgir las interrogantes acerca del error cometido con ese hijo o hija respecto a la crianza y educación que le han proporcionado, situación que los confronta con su propio “ego”. Por estos y otros motivos más, se hace hincapié del papel que los padres tienen en el trabajo terapéutico del niño, es de suma importancia. Más adelante, se menciona un poco más sobre estos aspectos.

Ahora bien, si se pretende abordar una intervención psicoterapéutica con el niño (a) y de acuerdo a los autores, se ha visto que a través de la historia, diversas escuelas consideraron que para poder tener una destacada expresión de las conductas disruptivas en los niños y su consiguiente estudio, entendimiento y tratamiento, era necesario abordarlo desde la dinámica del juego, ya que especialistas y estudiosos de la conducta humana como Sigmund Freud manifestaron la relevancia de ello, así como también comenzaron a trabajar desde esta perspectiva.

Por tal motivo es importante volver a puntualizar  que, cualquier terapeuta que desee trabajar con niños, deberá tomar en cuenta el abordaje mediante esta dinámica. Y así mismo, dejar en claro a los padres de familia, que para obtener avances y resultados positivos en el comportamiento de sus hijos, deberán estar dispuestos en todo momento y participar de manera activa en el tratamiento que se plantee para ello.

Cabe señalar que existe un amplio arsenal de perspectivas terapéuticas para el estudio e intervención pero dependerá de la visión y formación del propio terapeuta para llevar a cabo el tratamiento, sin embargo, siempre será indispensable tomar en cuenta estos elementos para un mejor o más adecuado manejo en la intervención.

EL LUGAR DE LOS PADRES EN LA TERAPIA CON NIÑOS

La llegada de un niño a un espacio terapéutico representa un conjunto de necesidades y posibilidades con una diversidad de participantes en ese “contexto”: el niño, los hermanos, los padres, los abuelos, los tíos, los maestros, etc. Beatriz Janin coloca en palabras las preguntas que todo terapeuta infantil se hace al principio de su práctica ¿A quién escuchar? ¿A quién hacer venir, a quién observar, a quién hablar? (Janin, 2005).

Cuando una persona llega a una consulta terapéutica es porque “algo” no anda bien o alguien no está cumpliendo con lo esperado, esto mismo sucede con los niños. Y aunque no siempre es así, generalmente los padres llevan a terapia a sus hijos por petición de la escuela, ya sea porque está mostrando una conducta no esperada o porque su desempeño escolar no es suficiente, o más aún porque la forma que tiene de interactuar con los demás no es adecuada, por tanto, es necesario realizar una revisión más a fondo y profesional de la situación en cuestión.

Pero ¿qué sucede cuando el niño llega a consulta? El terapeuta debe observar también ese contexto y en cómo llegan tanto los padres como el hijo, dando así, una ligera idea del problema, ya que, desde la forma en que llega el niño a la consulta, se comienza a examinar lo que ocurre con él, sí lo han llevado explicándole el por qué, si le han mentido diciéndole que van a un lugar diferente, quién lo lleva, cómo lo llevan y sobre todo, cuál es la percepción que describen de la problemática del niño y cuál es la demanda de los padres o de quien lo lleva.

Es preciso recordar  que la relación que existe entre padres e hijos es, una relación particularmente importante, Ya que para el pequeño, los padres representan esa figura protectora, que le da seguridad en sus distintas necesidades y un modelo a seguir. Y para los padres es el resultado de la unión, la consolidación del amor que se tienen y la correspondiente responsabilidad de procurarle. Por tanto, cuando el niño acude a terapia, es cuando los padres se cuestionan a sí mismos sobre la crianza y educación que han llevado a cabo y si ha sido la “correcta” con éste. Por lo que el terapeuta deberá considerar de relevancia esta información, ya que de esta dependerá que, los padres puedan convertirse en aliados del proceso terapéutico del menor y por ende, un elemento transformador, o bien, pueden representar el principal obstáculo del mismo.

Así mismo, cabe destacar la importancia que cobra el papel de los padres y de la posición que toman en el proceso de la intervención, considerando que al hablar de sus hijos a su vez también estarán hablando de ellos mismos y de su propio sufrimiento, de su historia como pareja, de las representaciones que tienen de sí mismos y de sus hijos, así como, de las fantasías que albergan sobre la maternidad y la paternidad, de los ideales y temores que se tienen. “Y que pudieran ser causantes de su propio proceso de identificación con las figuras paternas y algunas problemáticas no solucionadas en su momento y que ahora se presentan con ese hijo y también son generadoras de algunos conflictos entre estos” (Rojas, 2005).

Pero ¿cómo hacer posible el apoyo de los padres? Para el terapeuta será importante dejar en claro desde la primera entrevista, que él o ella, no es el poseedor de la verdad y que por tanto, no se juzgarán las palabras y las acciones; escuchará lo que dicen, siguiendo la conversación y su contenido, el modo en que asocian un acontecimiento de la vida del niño con otros sucesos, la forma en que van plasmando diferentes imágenes e impresiones de su hijo y de ellos mismos. Por tanto, es importante destacar que la entrevista con los padres, además de ser un recurso para obtener los datos e información relevante de la problemática,  se pretende evaluar el relato que ellos hacen de la historia de su hijo, como se expresan, lo que dicen y lo que ocultan; ver en el presente si existe la repetición de formas de vinculación, el modo de dirigirse a los otros, es decir, si se están transmitiendo pautas de comportamientos de los padres. Claro que habrá de considerarse solo aquellas que representan un conflicto para la conducta del menor.

Como conclusión, es importante definir en estas entrevistas, los límites que deberán respetar esos padres ante el espacio del niño y al mismo tiempo, el terapeuta deberá tener la capacidad de sostener con los padres los cambios que el niño empiece a reflejar. Esto no significa que los padres conviertan la sesión del niño en un espacio terapéutico para ellos, sino que a través de las devoluciones que se le haga, se tomará en cuenta los elementos “psicopatológicos” o mejor dicho, conductas no deseables que se han identificado, para que de forma indirecta se refuerce el tratamiento del niño.

EL JUEGO COMO ELEMENTO BÁSICO

El juego forma parte esencial del desarrollo del niño, le permite  aprender y comunicarse. A través del juego el niño integra su mundo afectivo, identifica y conoce sus propias emociones, así como las de los demás. También les permite explorar distintos aspectos de su ámbito social y desarrollar sus habilidades físicas. Lo que verbalmente les es difícil comunicar a los niños, lo expresan y comunican libremente a través del  juego.

Como parte del enfoque psicodinámico donde se inicia el tratamiento mediante el juego, éste es un recurso para establecer contacto con el niño, como medio de observación y como fuente de información, sirve para facilitar la interpretación, como diagnóstico y terapia. El juego permite la comunicación de deseos, fantasías y conflictos en una forma que el niño puede tolerar afectivamente y expresar según el nivel de sus capacidades cognoscitivas. “El juego es  un medio para ese fin y un agente terapéutico” (Ramírez, 2013).

El componente fundamental del juego es la personificación, en el cual el niño imagina y construye diferentes personajes que simbolizan lo inconsciente como sus fantasías, ansiedades y defensas, así mismo evidencian la capacidad del niño de influir en su realidad. Gracias a este componente es que todos los elementos del mundo interno son proyectados sobre objetos lúdicos (Levy, 2011).

Algunos autores destacados como Winnicott y Melanie Klein hacen referencia al juego como el elemento esencial en el trabajo terapéutico con niños.

Winnicott es el primero en conceptuar el espacio del juego, expresando que el juego se realiza en un espacio intermedio de experiencias entre el mundo externo (objetivo) y el mundo interno (subjetivo), esto es en el espacio simbólico. Además señala que el proceso psicoterapéutico se da en dos planos de juego, relacionado con dos personas que juegan juntas: el paciente y el terapeuta, cuando el juego no es posible, el terapeuta debe conducir al niño a la capacidad de jugar, ya que el juego es semejante a la concentración del adulto.

La acción del terapeuta es importante, ya que debe proyectar al niño una actitud de respecto y crear una atmósfera de confianza, mostrándole que las sesiones son confidenciales y se mantienen en secreto. Debe observar, entender, integrar y comunicar los significados del juego del niño con el objetivo de promover el entendimiento del mismo sobre su conflicto y lograr una resolución más adaptativa (los gestos, su cuerpo, cómo juega, cómo se acerca a los materiales, que escoge, qué evita, entre otros elementos).

Melanie Klein fue una de las primeras y más famosas analistas que trataron a los niños por medio del juego, ya que para ella las secuencias lúdicas eran una equivalencia a las asociaciones libres de los adultos e igualmente accesible a la interpretación de los contenidos inconscientes. “Menciona que el niño por medio del juego actualiza de manera simbólica sus imaginaciones inconscientes, sexuales y agresivas, sus experiencias vividas y deseos” (Plosa, 2000). Con esto hace uso del mismo lenguaje que en el sueño y es susceptible de interpretación con los mismos principios que los adultos. De esta forma, la tarea del terapeuta será traducir los contenidos simbólicos del juego. El juego, la manera de jugar, la distribución de los papeles y los cambios en el juego forman parte del “contenido manifiesto”, es decir, lo que ésta en él inconsciente del niño y que da lugar a las asociaciones. A su vez, las asociaciones espontáneas o provocadas funcionan como otros indicios que permiten la interpretación y evaluación de los conflictos manifestados en sus conductas no deseadas.

Ahora bien, hablando del espacio físico del consultorio o lugar de trabajo con él niño en cuanto al material de juego, los objetos lúdicos se colocan preferentemente a la vista para que al entrar, el niño tenga una visión completa de lo que el terapeuta le ofrece para comunicarse. Ya que los juguetes son el agente para facilitar la expresión de fantasías y conflictos inconscientes, deben ser lo más neutrales posibles, sin caracterización ni personajes muy definidos, ya que los juguetes saturados de significado suelen impedir la proyección de fantasías en ellos. Por lo que se recomienda y solicita que no sean juguetes comerciales.  Los materiales pueden ser tanto estructurados (familia humana, animales, insectos, autos, aviones, títeres, utensilios de cocina, rompecabezas, juegos de mesa, etc.) como no estructurados (plastilina, pinturas, lápices de colores, hojas blancas y de colores, bloques de madera,  etc.). Además, deben de estar en función de la edad y sexo del niño, costumbres y modas de la época, deben ser juguetes simples y durables que proporcionen el mínimo de desorden y que estén de acuerdo con el espacio disponible.

Por último, cabe mencionar dos cosas: 1) que dentro de la sesión con el niño al igual que con los padres se deben estipulan desde un inicio las normas para el trabajo como son: respetar el material, recogerlo y no hacerse daño. Desde esta mirada el juego dentro del consultorio, le permite comprender al niño no va a jugar con el terapeuta solo por jugar, sino que además de ello, va a ser evaluado y éste juego le facilitará solucionar conflictos de la forma que al le permite expresar libremente y 2) al trabajar con el pequeño irá permitiendo que ciertos vínculos vayan quedando al descubierto principalmente con los que existen con sus padres. Dando pie para ubicarlos como otros a través de quienes se descubrirán deseos, identificaciones y repeticiones que el niño expresará en las sesiones de juego. Por tanto, aunque los padres no estén presentes físicamente en el espacio de juego del niño, sí lo están en lo simbólico, en consecuencia, el terapeuta deberá hacerles un espacio desde ese lugar” (Cayaffa, 2002).

Para finalizar, he de puntualizar que por parte todo lo expuesto está considerado como parte de la teoría que sustenta el trabajo con los padres y el juego como técnica e intervención, ya que el contenido de la literatura es extenso y vasto en este tema, a mí me pareció recomendable abordarlo y más para un mejor aprendizaje y conocimiento dentro de este diplomado.

REFERENCIAS

Barreiro, J.  De Mello, E., Errandonea, E., Gallinal, M., Ihlenfeld, S., López de  Bernard, D. B., & Dongmei, Y. (2004). Psicoterapia, programa de formación. Barcelona, España: Masson.

Cayaffa, C.,  Maberino  de  Prego, V., Médici de Steiner, C., Miraldi, A., Pintaluba, A., Fiorini, H. (2002). Teoría y técnica de psicoterapia. Buenos Aires: Nueva Visión

Janin, B. (2005). Los padres, el niño y el analista. Revista Cuestiones de Infancia, 9, 15-32.

Plosa, I., Prego, L., Schroeder, D. y Ungo, M. De cajas y juguetes. Nuestros instrumentos del análisis infantil para el 2000. Revista Uruguaya de Psicoanálisis. Recuperado de: http://www.apuruguay.org/apurevista/1990/1688724719999002.pdf

Levy A. (2011). El enfoque psicoanalítico de la terapia del juego. En Schaefer, Ch. (Comp.) Fundamentos de la terapia de juego. México: Manual Moderno.

Ramírez, F. (2013). Fantasías y símbolos del juego como indicadores del proceso psicoterapéutico: Un estudio de caso. Revista de Psicología-Universidad Viña del Mar 3(5). 8-36.

Rojas, M. (2005). El trabajo psicoanalítico con padres. Revista Cuestiones de Infancia, 9, 41-50.

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