Contra la lectura dolorosa

 

Por José Landa

Por José Landa

La lectura es parte fundamental en el proceso de aprendizaje tanto de niños como de adolescentes y jóvenes. Desafortunadamente el libro, tal cual se suele emplear en las aulas de todos los niveles, rara vez genera el sentimiento de placer en estudiantes de cualquier estrato, excepto cuando, en edad de formación profesional, realmente se encuentra estudiando la licenciatura de su agrado, para la cual cuente con auténticas aptitudes, aunque desafortunadamente la educación en México no cuenta con mecanismos suficientes que permitan esto último a la mayoría.

De tal suerte, el libro termina asociándose, gracias a los mecanismos de enseñanza-aprendizaje a sentimientos de dolor, amenazas de sanciones psicológicas por parte del educador promedio. Las siguientes frases nos muestran parte de la penosa realidad del proceso educativo en términos psicológicos:

  • Para aprender hay que leer (tomar un libro), y en consecuencia:
  • Si no lees, no aprendes, al no aprender:
  • Te reprueban, si te reprueban:
  • Te castigan, puedes repetir año, tardas en concluir tus estudios, eres motivo de burlas y señalamientos, tus padres pueden castigarte incluso físicamente, etcétera.

 

Es decir, existe un proceso de sufrimiento en el menos malo de los casos, que de una u otra forma termina orillando al estudiante a que aborrezca la sola imagen del libro como objeto. Esto suele suceder no obstante que en México, principalmente en la etapa infantil, el profesorado retoma recomendaciones teóricas de Jean Piaget, según el cual la educación intelectual en los niños y las niñas no debe hacerse de un modo puramente mecánico, para enseñar una serie de conocimientos “rápidos” pero “inconsistentes”, según la interpretación de Herbert Ginsburg (Piaget y la teoría del desarrollo intelectual, Edit. Hall Hispanoamérica, Madrid 1989).

Siguiendo los consejos del pedagogo suizo, la adquisición de conocimientos debe seguir un proceso que permita al alumno asimilarlos y mantenerlos frescos, luego de que haya sido el mismo estudiante quien se encargue de construirlos por sí mismo, aunque para ello le tome más tiempo del que se pretendería en la enseñanza convencional; lo importante, entonces, es que, en el caso de los niños, puedan aplicar dichos conocimientos en diversos contextos más allá del salón de clases.

El mismo Piaget, en su experiencia pedagógica enfocada a la niñez, sostiene que “sabido es que el juego constituye la forma de actividad inicial de casi toda tendencia, o por lo menos un ejercicio funcional de esa tendencia que lo activa al margen de su aprendizaje propiamente dicho y reacciona sobre éste reforzándolo” (Seis estudios de psicología, Editorial Labor, Bogotá, 2005). 

Existen, a nuestro juicio, elementos pedagógicos del trabajo con niños mediante el juego, que pueden aplicarse también en los adolescentes, jóvenes e, incluso –en muchos casos– en adultos. Suelen ser útiles algunas herramientas “lúdicas” e “interactivas”, que motiven la participación del estudiante, aunque no impliquen juegos infantiles como en la labor educativa con niños de preescolar o de comienzos de primaria. Aquí el asunto será el concepto de lo “lúdico” y de lo “interactivo” así como de la “motivación”. Se trata de retomar en parte enfoques conductistas en torno a la “motivación”, pero también humanistas en cuanto a que el estudiante debe ser capaz de tomar sus propias decisiones y formarse sus propias ideas, libre de condicionamientos, actuar y decidir por cuenta propia de la mejor manera.

Se trata de que la lectura pueda rebasar el halo de dolor que deja su asociación inconsciente con las frases párrafos arriba citados que pueden sintetizarse de este modo: lectura / aprendizaje / castigo. Es decir, dejar atrás asociaciones negativas con la lectura.

Es necesario que la lectura esté asociada a placer, y éste derivado de un proceso de “creatividad” del estudiante, fomentado más que inducido u obligado, por el docente y la familia. Es decir, ludismo se asociaría a impulso creativo, que sea mediante el estímulo de dicho impulso que es inherente al ser humano de cualquier edad, que se fomente la lectura y se contribuya, de este modo, a que en el porcentaje que sea posible, deje el libro de estar ligado inconscientemente al dolor.

 

 

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* Psicólogo, comunicólogo, escritor y editor. Mtro. en Psicología Clínica Cognitiva Conductual, licenciado en Psicología y en Ciencias de la Comunicación. Maestrando en Criminalística, Criminología e Investigación Criminal.

Autor de 18 libros publicados en México, España, Guatemala y Canadá, algunos traducidos al francés y portugués. Ganador de numerosos reconocimientos, como el Premio Internacional Ciudad de Alcalá (Madrid, 2020), Premio al Mejor Producto de Comunicación (Consejo de Ciencia y Tecnología de Tabasco, 2020) y la beca del Programa Edmundo Valadés como editor (FONCA, 2014).

Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA), un programa de élite del gobierno federal que patrocina a artistas con amplia trayectoria.   

Diplomado en terapia infantil

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