Consecuencias de  la separación conyugal en los integrantes de la familia

Consecuencias de  la separación conyugal en los integrantes de la familia

Reyna Soto Gutiérrez

Resumen

La familia es el grupo en el que se construyen relaciones seguras y se crean los primero lazos afectivos, donde cada integrante construye su personalidad, sus habilidades y fortalezas para enfrentar los retos que se le presentarán a lo largo de su vida, sin embargo cuando la relación entre los cónyuges se deteriora la familia completa entra en una etapa de crisis, generando en la mayoría de los casos relaciones violentas entre los miembros. Cada integrante de la familia se verá afectado por este cambio, la gravedad de la afectación dependerá de su edad, el nivel de hostilidad que se genere en el hogar, el manejo de emociones y de situaciones  estresantes.

Introducción

La familia es el primer grupo donde los hijos se desarrollan, crecen y adquieren habilidades que les permitirán desenvolverse con el resto de la sociedad. En él encuentran afecto, pertenencia y estabilidad emocional (Eguiluz, 2004 y Aguilar, 2006), pero también pasan por dificultades que ponen en peligro la integridad familiar, afectando a todos sus integrantes; el divorcio o separación de los padres suele ser una situación que provoca estrés e inadaptación a todos los miembros de la familia. En este problema no sólo están involucrados los padres, también los hijos, por más pequeños que sean resultan afectados seriamente (Aguilar, 2006 y Sureda, (2007).

Si los padres manejan la situación en forma sana y llegan a acuerdos, el cambio será más fácil de sobrellevar y aceptar por los hijos, sin embargo, en la mayoría de los casos eso no sucede y se genera un ambiente hostil dentro del hogar, donde son continuas las discusiones entre los padres, generando así un ambiente de violencia constante (Sureda, 2007), en donde los hijos además de ser espectadores son víctimas de maltrato físico y psicológico.

Muchas familias viven un largo periodo de disputa antes de separarse, durante este tiempo suele aumentar la violencia entre la pareja, pasando de gritos, golpes, hasta intentos de asesinato o suicidio (Sureda, 2007). Las consecuencias para cada miembro de la familia son cada vez más severas, se presentan trastornos emocionales como depresión, ansiedad, miedo intenso, alteraciones del sueño, irritación, entre otros, que se ven reflejados en falta de concentración en la escuela o el trabajo, mala conducta, evitación de relaciones sociales y bajo rendimiento académico (Ramírez, 2003; Fernández, 2004 y Gaxiola y Frías, 2005). Los daños ocasionados por la separación conyugal son más graves cuando el problema es más violento y difícil de resolver.

Desarrollo

La familia se define como el conjunto de dos o más personas que interactúan diariamente, están unidos por lazos afectivos y/o sanguíneos. La familia es el primer grupo social donde los menores se desarrollan física, psicológica y moralmente, en ella obtienen las bases para relacionarse con el resto de la sociedad (Eguiluz, 2004; Aguilar, 2006 y Vázquez, 2009). La importancia de ser parte de una familia va más allá de la protección o sobrevivencia, en ella se establecen lazos afectivos y de apego hacia los progenitores, que se afianzan mediante la convivencia diaria y le proporcionan al menor bienestar emocional; el apego le proporciona seguridad y protección al pequeño, pero también, al ser figuras significativas para él, sus progenitores ejercen gran influencia sobre él (Vallejo, Sánchez-Barranco y Sánchez Barranco, 2004).

A pesar de lo importante que es para los menores vivir dentro de un núcleo familiar estable para desarrollarse sanamente, no siempre es posible mantener el equilibrio familiar; este grupo y cada uno de los miembros se encuentran en constante cambio, que genera dificultades entre ellos, poniendo en riesgo su estabilidad. Al resolver los problemas se generan nuevos cambios, de manera que la estructura familiar se modifica continuamente para el bienestar de todos los integrantes. Existen conflictos difíciles de resolver, especialmente cuando se trata de problemas en la relación conyugal (Aguilar, 2006). Si los problemas no tienen solución y uno de los cónyuges decide que la separación es una opción viable para resolver el conflicto, entonces se inicia el proceso de separación conyugal (Sureda, 2007).

Cuando l fmilia está pasando por conflictos conyugales es muy frecuente que se establezca un ambiente de violencia dentro del hogar, que se presente maltrato infantil, agresiones entre la pareja, entre hermanos y hacia personas mayores. El maltrato infantil se presenta en dos modalidades, en forma directa cuando el objetivo del abuso y/o negligencia es el propio niño, e indirecta cuando el menor es expuesto a episodios de violencia (Frías y Gaxiola, 2008).

Castro, Riquer y Medina (2006) y Álvarez y Hartog (2005) definen los diferentes tipos de violencia que se vive dentro de la familia:

  1. Violencia física. Son las acciones realizadas contra uno o más miembros de la familia para causar daño físico, para ello se utilizan armas, objetos, sustancias o la fuerza.
  2. Violencia sexual. Generalmente es cometida contra la mujer para obligarla a realizar prácticas sexuales que no desea, las formas para inducirla pueden ir desde la fuerza física hasta el chantaje psicológico, pero el fin es de índole sexual.
  3. Violencia Emocional o Psicológica. Se refiere a aquellas formas de agresión dirigidas a causar un daño emocional, a base de limitaciones, amenazas, intimidaciones, humillaciones, burlas, devaluaciones; provocando así disminución de la autoestima y percepción de sí mismo.
  4. Violencia económica. Es aquella en la que el proveedor económico del hogar controla los gastos que se realizan, la propiedad y uso de los inmuebles.

La violencia intrafamiliar daña gravemente la vida emocional, escolar, social y laboral de quienes la viven; y muestra a los menores una forma negativa de solucionar sus problemas, de manejar su rabia y de establecer relaciones amistosas (Álvarez y Hartog, 2005). Puede estar presente por un largo periodo antes de la separación conyugal, ser la causa de la ruptura o manifestarse cuando se inicia el proceso de separación como resistencia al cambio que conlleva la pérdida de una vida ya establecida.

La separación genera  un cambio muy fuerte en la estructura familiar y con ello se crea una situación importante de estrés, no sólo en los padres, también en los hijos, todos ellos pueden responder de manera desadaptativa dentro de su hogar y en las demás áreas de su vida, como sus relaciones sociales, académicas, laborales y emocionales  (Ramírez, 2003).  Con el paso del tiempo la familia se logra reorganizar y el divorcio no les genera daño a futuro, sin embargo si la relación es conflictiva es más probable que el daño se prolongue y se agudice en todos los miembros de la familia, pues lo que realmente genera el daño es la violencia que surge en el contexto de la separación (Sureda, 2007).

Consecuencias del proceso de divorcio en los integrantes de la familia.

Los padres viven un mar de emociones que van desde la culpabilidad para quien decide separarse; la ira, resentimiento, tristeza y depresión para el miembro de la pareja que no lo desea. La relación de pareja se ve agonizar y con ello se ve el fin de los planes de vida que tenían juntos. Aceptar que su vida tiene que cambiar y que su pareja ya no estará presente es difícil por todos los sentimientos y emociones que existen en la vida de una pareja y en la separación (Sureda, 2007 y Dowling, 2008).  Se presentan sentimientos de tristeza, aislamiento y con ello la evitación para convivir con familiares y amigos, disminuye la concentración en el desempeño laboral y el interés en las tareas del hogar, de autocuidado y el cuidado de los hijos. Si hasta el momento sólo un progenitor se encargaba de cubrir los gastos familiares, con la ruptura el otro se ve obligado a buscar empleo, generando un cambio más intenso en la estructura familiar y sumando esta preocupación a las emociones vividas por la separación (Greenspan, 2004).

Efectos en los hijos

Buchanan, Maccoby y Dornbusch (1992, en Vallejo, Sánchez-Barranco y  Sánchez Barranco, 2004) señalan que los factores que afectan el ajuste del niño después del divorcio o separación son: la pérdida de uno de los padres, los enfrentamientos entre los progenitores y la disminución de sus funciones paternas.

El estado emocional de los niños está fuertemente ligado a la relación que mantienen con sus padres (Greenspan, 2004), durante la separación la seguridad y confianza que los niños tienen en sí mismos, en sus padres y en su entorno se debilita, los niños quedan por un momento sin puntos de referencia para conducirse y desarrollarse, pueden sentir miedo al abandono y a un futuro incierto, si además se encuentran en un ambiente conflictivo los desórdenes psicológicos serán mayores (Sureda, 2007).

  1. a) Niños menores de seis años

A ellos les causa una angustia muy grande perder a uno de sus padres, temen no volver a verlo y también perder al otro progenitor (Vallejo, Sánchez-Barranco y  Sánchez-Barranco, 2004); presentan ansiedad ante cualquier separación, fobia escolar, fantasean, inventan historias fantásticas para justificar la ausencia de algún progenitor ante sus amigos o compañeros, o bien, se niegan a aceptarlo; muestran un comportamiento agresivo y posesivo con sus iguales, incrementan los berrinches y exigen más atención de los mayores (Castell, 2009).

El malestar se manifiesta con llanto inconsolable, apego intenso con la figura paterna que aún tienen; pueden aparecer conductas agresivas durante la alimentación, alteraciones en el control de esfínteres y en el ritmo del sueño. Los síntomas se intensifican cuando existe violencia entre los padres, el menor puede representar su situación mediante pesadillas recurrentes en las que revive escenas dolorosas y sufre; estos síntomas pueden durar varios años (Vallejo, Sánchez-Barranco y  Sánchez-Barranco, 2004).

  1. b) Niños de seis a diez años

Suelen tener cambios emocionales que van desde llanto frecuente, tristeza profunda, conmoción e infelicidad, depresión, ira, miedo, inseguridad y baja autoestima, acompañados de la expectación de lo que va a suceder si sus padres se separan; sus cambios emocionales se reflejarán en su conducta, desempeño académico y actividades cotidianas (Sureda, 2007; Vallejo, Sánchez-Barranco y  Sánchez Barranco, 2004); existen sentimientos de culpa, fantasías de reconciliación de sus padres, conflictos de lealtad y sentimientos de lástima y compasión hacia el progenitor ausente (Castell, 2009).

Los niños pueden mostrar conducta agresiva, dificultad para solucionar problemas mediante la negociación y el diálogo, especialmente si han vivido violencia en su hogar (Fernández, 2004); pueden tener dificultad para adaptarse a diferentes contextos, aislamiento, dificultad para emprender relaciones afectivas, disminución de habilidades de comunicación y asertividad (Gaxiola y Frías, 2005); aprenden que las relaciones afectivas son pasajeras y así las reproducen en su vida adulta (Vallejo, Sánchez-Barranco y  Sánchez-Barranco, 2004).

Se ve afectado su rendimiento académico, disminuye su atención, interés y concentración en las actividades y tareas escolares (Frías y Gaxiola, 2008). Fernández (2004) considera la desintegración familiar y el modelado frecuente de violencia en el hogar como factores de riesgo para que los niños desarrollen conductas agresivas y las reproduzcan en la escuela.

El malestar se puede manifestar en un cambio de conducta como agresión, conductas delictivas, ingesta de alcohol, tabaco y/o drogas, entre otras (Frías y Gaxiola, 2008). Los niños de padres separados juegan menos, participan poco en actividades extraescolares o vacaciones (Vallejo, Sánchez-Barranco y  Sánchez Barranco, 2004).

  1. c) En la pubertad y adolescencia

Los niños presentan depresión, preocupación por su futura vida en pareja, su comprensión de la situación es más real e intentan dominarla, se comportan más maduros aunque hay sentimientos de enojo hacia ambos progenitores. Viven una sacudida de su identidad cuando el progenitor del mismo sexo se va, ya que en esta etapa de su desarrollo se identifican con el padre del mismo sexo, de manera que las humillaciones que recibe el progenitor con el cual se identifican también las perciben suyas (Castell, 2009).

Con frecuencia, los cambios que siguen a la separación llevan a los hijos a tomar una serie de responsabilidades dentro del hogar que no les corresponden, como cuidar a sus hermanos más pequeños, trabajar e incluso cuidar a su padre o madre que están afectados por la separación. Esta situación puede ser motivo de orgullo para el niño e incluso favorecer el desarrollo del sentimiento de cooperación y responsabilidad moral, pero si la situación es prolongada, pierden la oportunidad de disfrutar su infancia y con ello importantes aspectos de su desarrollo social (Vallejo, Sánchez-Barranco y  Sánchez-Barranco, 2004).

La forma de responder ante la ruptura familiar  dependerá de muchos factores, entre ellos la educación emocional que los menores han recibido en casa, el nivel de hostilidad que vivan en su hogar durante el proceso de separación, la edad de los niños y las habilidades de afrontamiento con las que cuenten.

Conclusión

La familia experimenta constantes cambios que ponen en peligro el equilibrio y bienestar de sus integrantes, uno de los más importantes es cuando la relación de los cónyuges se deteriora, ya que puede terminar en una separación, originando cambios importantes en cada integrante de la familia.

Para disminuir las consecuencias de la separación conyugal en los integrantes de la familia es necesario que las figuras parentales generen acuerdos que disminuyan el grado de hostilidad en el hogar durante el proceso de separación, así como mantener una comunicación asertiva y constante con los menores. Si es necesario deberán acudir a atención psicológica para manejar la separación de una manera apropiada.

Bibliografía

  • Álvarez, J. y Hartog, G. (2005). Manual de prevención de violencia intrafamiliar. México: Trillas.
  • Aguila, M. (2006). Ruptura de pareja e hijos: El Síndrome de Alienación Parental. España.
  • Castell, P. (2009). Los padres no se divorcian de sus hijos: Claves para seguir con ellos tras la separación. Madrid: Santillana Ediciones Generales.
  • Castro, R., Riquer, F. y Medina, E. (2006). Violencia de Género en las parejas Mexicanas. Resultado de la encuesta Nacional sobre la dinámica de las relaciones en los hogares en 2003 realizada por el INEGI. México.
  • Eguiluz, L. (2004). Dinámica de la familia: Un enfoque psicológico sistémico. México: Pax.
  • Fernández, I. (2004). Prevención de la violencia y resolución de conflictos. El clima escolar como factor de calidad. Madrid: Nancea. Cap. 3, 7 y 8.
  • Dowling, E. (2008). Cómo ayudar a la familia durante la separación y el divorcio: Los cambios en la vida de los hijos. Traducción de Manzano Bernárdez. Madrid: Ediciones Moratas
  • Gaxiola, J. y Frías, M. (2005). Las consecuencias del maltrato infantil. Rev. Mexicana de Psicología, (22) 2, 363-374. Greenspan, S. (2004). Niños Seguros. Fortalezca el sentido de seguridad de sus hijos. Barcelona: Granica. Págs. 15-58
  • Ramírez, M. (2003). Cuando los padres se separan: Alternativas de custodia para los hijos. Madrid: Biblioteca Nueva.
  • Sureda, M. (2007). Como afrontar el divorcio: Guía para padres y educadoras. Madrid: Wolters kluwer.
  • Vallejo, R., Sánchez-Barranco, F y Sánchez-Barranco, P. (2004). Separación o divorcio: Trastornos psicológicos en los padres e hijos. En la Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría. (92) 1.  91-112 recuperado el 18 de Noviembre del 2017 en: http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0211-57352004000400006
  • Vázquez, F. (2009). Propuesta de adición al artículo 414-BIS del código civil para el D. F. para evitar el Síndrome de Alienación Parental. Tesis de licenciatura no publicada. Universidad Nacional Autónoma de México. México.

 

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