Introducción
Los berrinches son uno de los comportamientos que más nos desestabilizan a padres y madres. Aunque sabemos que son reacciones comunes entre el primer y tercer año de vida, en muchas ocasiones contener gritos, llanto y pataletas resulta excesivo y desgastante. Además, como padres muchas veces no sabemos qué hacer para que nuestros hijos se calmen y mucho menos para evitar contagiarnos de ese mal momento.
Para poder transitar de la mejor manera esta etapa, el presente artículo propone conocer cómo funciona el cerebro de nuestros hijos y que pasa a nivel cerebral en un berrinche. Con una comprensión más profunda de lo que sucede, podemos ser más empáticos y pacientes e implementar estrategias más efectivas para guiar el desarrollo emocional de nuestros pequeños.
Desarrollo
El cerebro es un órgano muy complejo que se encarga de diferentes funciones tanto conscientes como inconscientes. Para entender cómo trabaja el cerebro de forma fácil y sencilla, partiremos de la idea de Calanchini (2024) de dividirlo en dos: cerebro racional y cerebro emocional.
El cerebro emocional o también llamado sistema límbico, es la red neural que nos ayuda a gestionar las emociones. Dentro de este sistema se localizan dos estructuras importantes, la amígdala y el hipotálamo. La amígdala es la encargada de evaluar y establecer significado emocional a estímulos sensoriales. Mientras que el hipotálamo está relacionado con la respuesta emocional y la regulación de hormonas, como el cortisol, hormona del estrés (Gallo,2024)
Por otro lado, la corteza prefrontal o también denominado cerebro racional, es el responsable de los procesos cognitivos complejos, ayudándonos a la toma de decisiones, manejo y regulación de emociones y freno de impulsos (Calanchini, 2024).
Antes de conocer como el cerebro racional y emocional operan durante un berrinche, es importante establecer que, durante la infancia, el cerebro de nuestros niños presenta una inmadurez de la corteza prefrontal, es decir, del cerebro racional. Esta inmadurez limita su capacidad de pensar y de autorregularse. Además, en situaciones de gran activación emocional conduce a que nuestros hijos se rijan más por el cerebro emocional que por la corteza prefrontal (Moreno, 2024). Este proceso se conoce como secuestro emocional o secuestro amigdalino.
Teniendo esto en mente y con mayor claridad de las estructuras y funciones del cerebro, analizaremos con mayor detalle que es lo que sucede en el cerebro de nuestros niños durante un berrinche y como se produce el secuestro emocional.
Esto nos permite entender, que los berrinches son reacciones fisiológicas que están fuera del control de nuestros pequeños. Exigirles que se autorregulen, resulta imposible a su edad porque no cuentan con las funciones cerebrales necesarias.
Por fortuna, nosotros como adultos con un cerebro ya desarrollado, podemos apoyar a nuestros hijos siendo su cerebro racional, ayudándolos a pensar y a poner en palabras lo que sienten para transitar el berrinche de la mejor manera.
Abramson (2020) nos sugiere que cuando seamos la parte racional de nuestros hijos, lo primero que debemos hacer es regular la propia reacción al estrés, es decir, que para poder dar calma debemos calmarnos primero. Una vez que estemos regulados, debemos actuar con calidez y empatía para indicarle a la amígdala de nuestros hijos que no hay peligro. En este proceso de tranquilización y acompañamiento, debemos de concentrarnos en nuestras acciones más que en nuestras palabras, ya que los niños son muy receptivos a nuestra comunicación no verbal como la postura, tono de voz y nuestros gestos. Por último, ya que su cerebro emocional se ha calmado, hay que ayudarlos a hacer una narrativa de porque se ha enojado para validar así sus emociones.
Por lo tanto, cuando nuestros hijos tengan un berrinche, recordemos que detrás de esta conducta, hay muchos procesos fisiológicos que están sucediendo en su cerebro. Su propósito de nuestros hijos no es molestarnos o portase mal de forma intencional, por el contrario, son una forma de pedirnos ayuda frente a un momento de crisis y malestar fuerte.
Conclusión
Los berrinches son reacciones naturales y necesarias para el desarrollo de nuestros hijos. Por medio de estas explosiones emocionales ellos aprenden a controlar sus emociones, su comportamiento y a regular la forma en cómo se comunican.
Como padres, es nuestra responsabilidad acompañarlos en este proceso siendo su cerebro racional que les proporcione calma, seguridad, amor y empatía.
Recuerda que es una etapa. ¡Pronto pasará! Mientras tanto, convirtamos los berrinches en oportunidades de aprendizaje y crecimiento emocional para nuestros hijos y también para nosotros como padres.
Referencias.
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