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Llanto por el no Nacido

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Artículo publicado en el Nº39 / 2019 de la Revista de Terapia Gestalt

Por   Emi de la Llave Gil   

Por Emi de la Llave Gil

Vive como si fueras a morir mañana.

Aprende como si fueras a vivir siempre.

                Gandhi

Parece que es común llorar por alguien que hemos perdido y está encarnado en la tierra, cualquier persona viva que nos sea significativa, o incluso el feto que muere dentro del útero de la madre y no llega a nacer. Poco se ha escrito o desarrollado sobre el llanto de aquellos hombres y mujeres que no han llegado a conocer, a sentir o a tener a sus hijos en ningún momento. Seres que ni siquiera se han encarnado. La muerte de un sueño, de una ilusión, de un deseo, la muerte de un ser tan importante que ni siquiera has conocido.

Me quiero referir aquí más al dolor de las mujeres que no pueden ser madres. Se trata del dolor por los óvulos que van envejeciendo, de aquella parte del cuerpo femenino que está internamente escondido en lo más profundo del corazón de las mujeres. Esos óvulos que sin nosotras darnos cuenta, van perdiendo la funcionalidad para la que existen en nuestros cuerpos. A su vez el cambio que sufren las hormonas y glándulas como la tiroides o las suprarrenales, los problemas de endometriosis, malformaciones uterinas, miomas, etc. hacen que muchas mujeres pierdan la posibilidad de concebir hijos. En los hombres también existen, evidentemente, aunque en este artículo me baso más en mi experiencia como mujer y con mujeres.

Señalo el término DARNOS CUENTA porque verdaderamente las mujeres no sentimos esto, que algo está cambiando en nuestros cuerpos y que funcionalidades que poseíamos, las vamos perdiendo. Imagino que se trata de algo parecido a tomar conciencia de cómo vamos como cuerpo y como personas disminuyendo nuestras capacidades para la vida sin ser conscientes, de que vamos muriendo.

El darnos cuenta de que nuestros óvulos ya no son jóvenes, en muchas ocasiones no corresponde con la consideración de nosotras mismas socialmente. Hay una brecha entre lo fisiológico y lo social muy importante. “Una misma mujer puede considerarse por sí misma y por los demás como excesivamente joven en lo relativo a lo profesional y la estabilidad económica y excesivamente mayor en lo relacionado con las capacidades fisiológicas de procrear y dar a luz”. (Imaz, E. 2010. p. 190). Al mismo tiempo que algo está muriendo y acabándose, otras formas de vida en la misma mujer van desarrollándose y naciendo.

Existe algo que observo actualmente. Cuando una mujer no puede engendrar o ser madre, a pesar de hacer varios intentos de FIV (Fecundaciones In Vitro), el duelo por no tener hijos puede ser realmente muy largo ya que se sigue intentando por medio de ovodonación, embriones congelados, maternidad subrogada, etc. La ciencia sigue ofreciendo un abanico de posibilidades para ser madres. Durante toda esta fase que puede durar muchos años, se construye sobre el vacío, sin tierra bajo los pies. Estas personas no pueden tomar decisiones o proyectos a largo plazo ya que se vive hipotecada en el tiempo, dependiente de los resultados y se van construyendo varios años de su vida con una historia de muerte, pérdida y vacío constante. Por eso, me parece muy importante un cierre, un límite, una frontera a la que llegar en algún momento en caso de no obtener el resultado esperado. Los duelos perpetuos o alargados en el tiempo durante años o décadas, sabemos que pueden acarrear serios problemas de salud mental y emocional. Cerrar los procesos es muy importante.

Al hablar de vida siempre aparece la muerte en su cara opuesta. El nacimiento o engendramiento y gestación de nuevos seres también nos acera más a la muerte. Desde luego, se trata de una polaridad. Imagino que debido a esto nos asustamos más en momentos así, nos encomendamos a los cielos y podríamos decir que se trata de “momentos cumbres” donde todo es intenso y se escapa a nuestro control. “Nada es constante y duradero. Ante esta falta de ser surgen el nerviosismo y la intranquilidad”. (Byung-Chul Han. 2017. P, 43).

Este proceso forma parte de la rueda del ciclo vital de vida/muerte en la que todos estamos inmersos. El ir asimilando que algo así va terminando, aproximándonos al fin de nuestra edad reproductiva, es un dolor para el que creo que la mayoría de mujeres nacidas en la década de los 70 y principios de los 80 no estábamos preparadas. La percepción de la palabra “sin hijos”, es negativa, de pérdida, de carencia. “La menopausia y la esterilidad, son las dos situaciones en las que las mujeres no pueden concebir e implican en las más diversas culturas para las personas que las padecen un cambio del estatus y de su consideración como mujeres”. (Imaz, E. 2010. p. 94).

Nuestro papel de cuidadoras está cambiando de una forma realmente significativa a nivel social y esto también nos genera en cierto modo una pérdida de rol de lo que siempre hemos sido.

Todo cambio lleva un tiempo de adaptación a la nueva realidad. Se trata de un proceso de reajuste, de comprensión, de reencuentro con otras nuevas circunstancias donde necesitamos desarrollar nuestro lado más creativo y adaptativo.

Se conjugan dos discursos sociales coexistentes pero contradictorios: por una parte se muestra comprensión hacia las mujeres que renuncian o retrasan su maternidad por las incompatibilidades que ésta supone para el desarrollo personal y profesional, admitiéndose que la maternidad conlleva serios problemas en la gestión de ambos ámbitos vitales; pero, por otra parte, se las culpabiliza de la baja natalidad, se las acusa por sus actitudes egocéntricas. (Imaz, E. 2010. p. 120).

La familia, el estar en pareja, criar hijos ya no es una prioridad para nosotras en estos nuevos tiempos. Existe toda una generación de mujeres en España actualmente que hemos desarrollado otras maneras de ser mujer y de vivir. Hemos estado muy marcadas por la tradición femenina de cómo convencionalmente debíamos ser, actuar, pensar y también hemos tenido oportunidades que nuestras madres, abuelas, hermanas mayores y tías no tuvieron como estudiar, viajar, trabajar, crecer personal y profesionalmente. Un modelo de mujer está muriendo y naciendo otros modelos alternativos y diferentes. Las mujeres, creo que por primera vez, podemos optar a diferentes tipos de vida. ¿El conservadurismo está muriendo?. ¿Esto puede llevar a la muerte de la conservación de la especie?. No lo creo sinceramente, aunque por otro lado, no es la primera vez que debido a hambrunas, pandemias o guerras, se produce un exterminio y una desaparición de grandes grupos de seres humanos en nuestra historia. Que se pueda producir infertilidad general y que en unos años fuera endémica es algo que algunos prevén y que de cierta manera podríamos decir que está sucediendo.

Sé por experiencia propia, que para que algo nuevo ocurra ha de morir lo anterior, para reconstruir y rehabilitar una casa antigua, es necesario hilar muy fino para decidir qué cosas conservar y de qué cosas deshacerse, modificar o cambiar. Al final quedará una casa diferente con tintes de la anterior, pero desde luego, nunca será la misma casa que fue.

Ese proceso de transformación requiere un duelo de todo lo antiguo, un desapego, una muerte, un soltar lo viejo a lo que a veces nos quedamos agarrados, aquello que hemos heredado de nuestros antepasados y que no cambiamos. Podríamos decir que existen dentro de nosotros museos y reliquias que no han sido ni siquiera limpiadas de telarañas acumulando así demasiado polvo, tanto que éste no deja ver lo que verdaderamente existe debajo.

En muchas ocasiones en las herencias recibidas, no nos atrevemos a tirar paredes y estructuras muy bien cimentadas. Existe una lealtad a mujeres anteriores que nos impide poder transformar la herencia en algo  nuestro, integrarlo. Como todos los procesos de integración, se requiere de una elaboración, en este caso voluntaria y consciente. A su vez, en demasiadas ocasiones vamos siguiendo la estela de algunas de nuestras antepasadas queriendo parecernos a ellas, como manera de honrarlas, con la trágica consecuencia de dejar de ser una misma, sufriendo una muerte del ser auténtico. “Llegar a ser verdadero, aprender a tomar una posición, definirse, desarrollar el centro de uno mismo, entendiendo la base del existencialismo, una rosa es una rosa”. (Perls, F. 1990. P. 16).

Todo esto a mí también me influyó. Fue muy interesante mi propio proceso. Yo empecé a engordar llenándome de introyectos, de deseos y pensamientos principalmente sociales con respecto a la manera de continuar mi relación de pareja y mi vida como mujer. Sinceramente yo me veía siendo madre.

El ideal de madre que siempre he tenido ha sido el de mi abuela paterna, una mujer gorda de enormes pechos, cariñosa, volcada en los suyos, ciega de amor por ellos y siempre disponible. Yo sentía que “debía darle un nieto a mi madre y suegra”. Ellas nos dieron la vida y nosotros teníamos que devolverles esto, haciendo lo mismo, siguiendo el legado. Era como un deber que nadie me había dicho pero que yo sentía muy profundamente. “la obligación de dar, la obligación de recibir y la obligación de devolver están presentes en todo tipo de sociedad y constituyen la base sobre la que se articula el vínculo social”. (Imaz, E. 2010. p. 133).

Durante mi vida ya se han dado varios momentos en los que, aunque yo pensaba que debía seguir la tradición (casarme con mi novio de toda la vida, irme a vivir dónde él tuviera el trabajo, tener una relación y tener hijos, hacer una familia), resulta que la vida me decía un NO con la consiguiente ruptura traumática de una boda siendo muy joven o con la ruptura de la maternidad ya como mujer adulta. La famosa frase “El hombre propone y Dios dispone” en mi caso se ha cumplido fielmente. Muchas de las cosas que yo he querido ser, sobre todo madre de mis hijos con un marido como mi rol principal, para el que además he sido criada, resulta que no ha sido el principal, ni el más importante, ni el más significativo, sencillamente no ha sido.

Me vienen muchas frases de las mujeres de mis grupos que tienen dificultades para engendrar y dicen cosas como estas: “Me da rabia que pongo todo de mí y no salgan las cosas bien, me da rabia que a otras personas les pase igual, tener sentimientos encontrados con la maternidad y tener hijos, me cansa tener que estar hablando de cosas de bebes, dar explicaciones sobre este tema, me frustra no tener algo que quiero, me da rabia que antes era feliz y desde que me  empeñé ahora ya no me lo saco de la cabeza, me da rabia no tener la valentía de dejar de intentarlo, me incomodan los tratamientos y su dolor físico, me da miedo que me pase algo por hacer tantos tratamientos”. 

El colmo de la retroflexión y de la desvalorización femenina es decirles a sus parejas que se marchen con otras mujeres que “puedan darles hijos”. Sentir que nos pueden llegar a abandonar como mujeres a causa de la infertilidad o abandonarnos a nosotras mismas es un tipo de muerte, de autodestrucción y suicidio especialmente cruel, un  autocastigo que impide experimentar una satisfacción vital, alguien no merecedora de amor, desterrada, que nos hace estar de nuevo muertas.

Creo que es importante planificar, intentar dirigir un poco el timón de tu existencia, pero nos estamos olvidando completamente de estar en el presente y FLUIR en este asunto. “El presente hace fluir el auténtico aprendizaje, el cuál no es computar información para adecuarla a nuestros conceptos, sino descubrir, con todo el riesgo que conlleva, nuestra propia capacidad, nuestro potencial y nuestro apoyo.” (Peñarrubia, F. 1998. P. 95). Nos hemos olvidado de bailar la melodía que va trayendo la vida en cada momento y nos empeñamos en llevar a cabo un baile que nos gusta, nos apetece, que toca por ir marcado por los tiempos, o simplemente que alguien se ha inventado que procede, sin entender aún que la vida tiene sus propios ritmos, melodías y gustos.

La muerte de un sueño y de una idea de la maternidad basada en la felicidad y el amor. Se muere un imaginario, un deseo, una expectativa de felicidad. “La futura madre ignora la otra cara de la maternidad hecha de agotamiento, rencor, frustración, soledad y culpabilidad”. (Badinter, E, 2011. p. 24).

En otros ámbitos no se hablan de ideas sino de fuerza ó pérdida de instinto de maternidad.

Se habla de fiebre maternal que se despierta perezosamente hacia la treintena, y con mayor inquietud entre los treinta y cinco y los cuarenta años. El reloj biológico presiona a las mujeres a decidir, y a veces da la impresión de que es la coacción de la edad y el miedo a cerrarse la posibilidad de ser madre, lo que determina a las mujeres a procrear, más que un deseo irresistible de hijos. (Badinter, E, 2011. p. 33).

Dentro de uno  de mis grupos de mujeres que tienen dificultades para engendrar y que están en perpetúo duelo buscando ese ser que no llega a agarrarse en sus úteros hay un testimonio que a mí me dejó muy sobrecogida y que creo que representa el llanto por el no nacido muy claramente.

“Soy la duda eterna del resultado que conseguirás. Soy el no poder controlar ni influir en el proceso.

Soy el dolor físico, los pinchazos, la hinchazón y los moratones.

Soy no reconocer tu cuerpo, no saber ya dónde pinchar. Soy la impresión de mirarte al espejo y parecer que te han dado una paliza. Soy el nerviosismo por olvidarte de la medicación. Soy la incomodidad que no te abandona.

 Soy las hormonas que te revolucionan, soy las lágrimas, soy la sensibilidad que te acompaña, la irascibilidad ante cualquier cosa que nadie entiende ni comparte.

 Soy las revisiones, soy todo el tiempo invertido en la nada. Soy todo lo que no has vivido por estar en esto, soy parte de una vida perdida que no podrás recuperar.

 Soy los pensamientos que te atormentan. Soy ser un número más y sentir que vas a la frutería en vez de al médico.

 Soy el sufrimiento, soy la nueva sangre que fluye, soy la vida que se va en silencio.

Soy las pérdidas.

Soy los óvulos jóvenes que ya han envejecido, soy los óvulos que nunca servirán para nada y nunca cumplirán su fin.

 Soy la espera, mientras todos siguen haciendo su vida y tú solo estás esperando a que pase el tiempo.

 Soy la caída después de la ilusión pasajera. Soy la añoranza de lo que nunca has tenido.

Soy la soledad y el callarse para no preocupar a los demás y no importunarlos.

Soy el no saber qué quieres. Soy las ganas de abandonar. Soy el peso de tener esta responsabilidad. Soy la losa que llevas encima, estés contenta o triste, hagas lo que hagas que siempre está ahí empujándote hacia abajo.

 Soy el miedo.

Soy el temor a nunca conseguirlo y el temor a conseguirlo pero que no sea lo que quieras.

 Soy la incomprensión, soy el silencio, soy las miradas reprobadoras y los comentarios que se reprimen y el mirar al suelo.

 Soy las dudas de luchar por lo que quieres.

 Soy la sensación de desacompañamiento y la confusión de que a nadie le haya pasado nada. El silencio de todos que se callan, de lo que nadie habla aunque les haya pasado

lo mismo.

 Soy la oscuridad, soy los ojos abiertos en la noche mientras todos duermen.

 Soy la decepción en tu mirada y en la de otros. Soy la lástima de los demás por lo que no tienes o nunca tendrás. Soy el desconocimiento de la gente.

 Soy la desesperanza, la frustración, el no ver la salida.

 Soy todo lo que pensabas que ibas a tener y no tienes. Soy la causa de ser distinto, de no estar en el círculo, del aislamiento, de no poder opinar.

 Soy el tener que seguir con tu vida, como si no hubiera pasado nada. Soy el tener que estar bien para los demás.

 Soy el rencor por no tener unas condiciones más favorables, porque no se hable del tema y se normalice, porque no respeten tu duelo, por la necesidad de justificación continua.

 Soy el desamparo.

 Soy la sensación de estar muerta por dentro.

 Soy ser esto o nada”.

 M.

La vida trae muerte. Estar viva significa morirse muchas veces así como dejar morir aquello que más se quiere y desea. Una lección muy sabia que me ha enseñado la vida y que aún sigo aprendiendo es poder soltar, dejar ir aquello que más quieres, eso es la verdadera liberación. Y sobre todo estoy aprendiendo algo que siempre había escuchado y hasta hace pocos años no había ni experimentado ni sentido, lo que viene a ser ir muriendo y naciendo constantemente si no quieres quedarte muerta, ser una zombie. TRANSFORMARSE O MORIR.

REFERENCIAS

 

  • Badinter, E. “La mujer y la madre”. . La esfera de los Libros, S.L, Madrid, 2011.
  • Byung-Chul Han. “La sociedad del cansancio”. Herder editorial, S.L, Barcelona, 2017.
  • Imaz, E. “Convertirse en madre. Etnografía del tiempo de gestación”. Ediciones Cátedra (Grupo Anaya S.A), Madrid, 2010.
  • Peñarrubia, F. Terapia Gestalt – La vía del Vacío Fértil. Madrid: Alianza Editorial S. A; 1998.
  • Perls, F. Sueños y Existencia-Terapia Gestalt. Chile: Editorial Cuatro Vientos; 1990
  • Vazquez, F.”La relación terapéutica del “Aquí y Ahora” en Terapia Gestalt”. http://www.sisbid.unmsm.edu.pe/bvrevistas/anales/v61_n4/rel_ter_aqu_aho.htm

 

Diplomado en terapia infantil

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